sábado, 14 de diciembre de 2019

¡No al cambio climático!


VERSO SUELTO

No conduzco, camino despacio y si quiero voy donde me llevan si está lejos ....y ,si no, me quedo en casa. Lo que no hago es dejar de pensar con mi cabeza y decir lo que pienso sin pelos en la lengua a poco que me tiren de ella. Soy un cascarrabias a veces, otras un cantamañanas y siempre un viejo que larga como casi todos los viejos cuando les escuchan. Me piden un verso suelto, y no puedo negarme. Hablaré del cambio climático. Que Greta Thumberg lo haga se comprende. A sus años no deja de ser para ella, adolescente aún , su problema. Lo que peligra es nada más y nada menos que su casa y su mundo: su porvenir y su vida, todo eso que cabe esperar y puede irse a pique si no hacemos nada para evitarlo. Por tanto, es también nuestro probelma: no porque nos vaya en ello nuestro mundo y nuestra vida, que ya está hecha. Sino porque podemos perder aún lo poco que nos queda: la dignidad, si lo tomamos solo como un tema y no hacemos nada para evitar que pase lo que nunca debería pasar. 
¡NO AL  CAMBIO  CLIMÁTICO!




viernes, 6 de diciembre de 2019

"·Concordanza"



“CONCORDANZA”

Si no hay concordancia, con-sentimiento y “concordanza” , la vida es un baile suelto pero no agarrado. Algo así como dar vueltas como un pirulo, girando sobre uno mismo hasta caer muerto. A no ser que el pirulo, proyectado para bailar, se tire para matar; es decir, para destrozar a los otros. Pero eso se hacía en mi pueblo con la galdrufa -que es como llaman allí a la peonza- que era más grande, más pesada y más dura que el pirulo. Este se actuaba con los dedos, sin cuerda, y solo para bailar. La galdrufa en cambio, salvo excepciones, la tirábamos a matar con una cuerda. Yo tenía una de carrasca, calzada con un clavo de herradura para dar golpes o coces como una mula. Después de chupar una punta de la cuerda, envolvía con ella y sobre ella el resto de la misma hasta cubrir toda la galdrufa y agarrar con la derecha la otra punta. Salvo cuando jugábamos sin competir y las galdrufas bailaban juntas como los mozos y las mozas en la plaza del pueblo para las fiestas, nosotros tirábamos a matar y derrotar al adversario. Aquello era un juego muy bruto. Con los pirulos competíamos para ver quién y cómo hacía bailar al suyo más tiempo sobre una cuerda, sobre las manos o en el suelo. Y eso era distinto, aunque más aburrido. Era sólo bailar y bailar solo, no agarrado.

La concordia y el acuerdo es lo contrario del abrazo del oso, que mata. Es el abrazo que une. El abrazo del hombre que se abre, que sale de la caverna , de la barbarie y de sí mismo: de su pasado, para encontrarse con otros. Para compartir el camino y la vianda , para abrazarse en un nosotros en el que quepamos todos. Siendo el otro - el prójimo - un atajo para llegar al Otro de todos nosotros : el destino o la casa donde el camino acaba y los caminantes se recogen. Mientras tanto la verdad es el lo que hay: el sentido, un anticipo de la que nos falta nada más y nada menos. Que no es el camino lugar para quedarse, compañeros. Y eso que llamamos fe no es fe en la fe, sino en lo que está por ver y por venir. La fe en la fe no tiene pies ni cabeza, es una esperanza de fijo: desesperante, que se planta sin dar un paso. Que echa raíces sin dar fruto. Sin corazón ni coraje para caminar con un pie en tierra y otro en el aire. No es responsable, es hija del miedo. Y más que existir, in-siste y se cierra sobre sí misma a cal y canto. La fe en la fe se endurece como una piedra, es un escándalo o piedra de tropezar. De tener algo esa fe desesperada no son manos abiertas que se dan y se toman sino puños cerrados. Ni brazos abiertos. Acaso la boca para comer y morder, no para besar. Ni siquiera para compartir el pan y la palabra.

La fe en el Otro de todos nosotros, es muy personal. Es libre, faltaría más. Como el amor. Pero no caprichosa, que el capricho es cosa de cabras. Lo que les lleva al monte para comer y engordar como quiere el pastor. No las cabras, sino el pastor que es siempre un carnicero que lleva su ganado al matadero.
La fe es libre sin duda alguna. Y a pesar de la duda – pues no se cree sin duda alguna- es una determinación responsable. Es confianza. No es la certeza de haber llegado, es el sentido y la apertura: la salida al encuentro del Otro en cada paso. Y el prójimo, compañero, un atajo. Abrirse al otro puede y debe ser un adelanto en el buen camino. Un anticipo incluso. Sobre todo cuando se para y se repara en otros que necesitan y piden atención.
Más que la plaza para bailar aunque sea agarrado, lo mejor es desplazarse y abrirse para caminar. Pero eso sí , para caminar agarrados. Abiertos siempre, y atentos con los otros. Dispuestos para ayudar y confiados para dejarse ayudar, Para compartir el pan y la vianda, compañeros. Que no tenemos aquí ciudad permanente. ¿Nos abrimos? Eso es lo que quiero y para todos - como para mi – deseo.

Baile o camino, vivir no se hace sin los otros. Que así, a solas, es desolador y una maldición cuando se dice a otro “con su pan se lo coma”. En cambio la compañía, como el amor, es una bendición y una gracia. No el pan que se reparte como el pienso en una granja. Sino el bien común que se comparte. No el pan de los pobres, que es lo menos que se les puede dar para que no mueran de hambre. Sino el pan de vida, el sustento que nos sustenta a todos. El que mantiene en pie la dignidad, el respeto y el el amor: la fraternidad, que es la perfección de la libertad y de la igualdad. Y de la vida verdadera que tenemos que hacer siempre, de la convivencia. Que la muerte es solo lo que nos pasa

José Bada
31-10-2019


jueves, 21 de noviembre de 2019

Verso suelto


Verso suelto, para las fiestas del Pilar
Las fiesta del Pilar vuelve todos los años como las borrajas a su tiempo y los nabos en adviento, cumple. Acude a la cita, y la columna es como una fita en el espacio.Si ésta nos reúne aquí en Zaragoza, aquella nos concita y convoca para la fiesta el 12 de octubre. La fiesta del Pilar es el día señalado entre todos los días del año y la columna como la estaca que destaca el centro del mundo que habitamos. Nuestro mundo es en cierto modo redondo; es decir, ordenado en el espacio y en el tiempo.
Para sobrevivir en el Ebro hay que saber nadar, flotar y sacar la cabeza. En tierra firme en cambio es posible con tal de respetar y conservar el orden establecido en su ribera. Lo dicho vale de un mundo tradicional y de un pueblo asentado en sus tradiciones. No en la tradición muerta y enlatada, conservada fuera de la historia. Sino en curso, viva y convivida. Pero no basta para una sociedad abierta que viva y sobreviva desde la libertad y para un pueblo que esté siempre en camino. Las fiestas del Pilar no son para nosotros un evento de no te menees. Ni su plaza un lugar para quedarse. Sino un alto en el camino donde parar y reparar, para recordar de donde venimos y , sobre todo, para saber a donde queremos ir. Una cita que nos emplaza para desplazarnos de nuevo.




miércoles, 20 de noviembre de 2019

Artículo publicado



EL MURO Y LOS PREJUICIOS


A los pocos días de caer el muro de Berlín, pasé por allí con mi esposa y me traje un trozo arrancado de él con la ayuda de un mazo y un cortafríos que alquilaban a los turistas. He perdido a mi esposa mientras tanto, pero conservo vivo su recuerdo. Lo que no encuentro ya , aunque estoy seguro de tenerlo en algún sitio escondido es aquella reliquia del muro. No importa . En este caso lo preocupante no es el olvido. Ni ayuda mucho la memoria de lo que fue para evitar otros muros semejantes que puedan ser todavía. Derribar un muro y abrir una puerta, convertir ésta en arco de triunfo para celebrar el paso de los caminantes no lo es todo. Pero además aquello es ya un símbolo devaluado, un monumento para turistas que están de vuelta de todo lo que hay que ver. En este mundo en el que el dinero no tiene fronteras y la información apenas, en el que uno va donde quiere sin que nada lo impida, lo que obstaculiza la convivencia pacífica ya no son aquellos muros. Sino otros invisibles : los prejuicios de la mente y los motivos del corazón que la razón no comprende. Son las prevenciones de entrada contra los otros que no son obviamente como nosotros. Es la hostilidad incompatible con la hospitalidad. Una mente despejada sin prejuicios y un corazón abierto serían la gracia y la gloria para todos y todas. Destruido el muro tendríamos así un arco de triunfo espiritual para celebrar el paso, realzar el camino, concitar a los compañeros y seguir en buena compañía.

Los humanos tenemos siempre los oídos abiertos, y los ojos que cerramos sólo para dormir salvo raras excepciones. Pero no es lo mismo oír que escuchar, ni ver que mirar. No podemos evitar oír lo que no queremos escuchar, ni ver lo que no queremos mirar. Pero podemos oír como quien oye llover, y ver sin mirar. Y es lo que hacemos normalmente cuando nos conviene o eso parece. Prevenidos y escarmentados, nos protegemos y defendemos de las impertinencias y de los impertinentes con los prejuicios.

Vivimos en un mundo en el que los prejuicios de acá y de allá, de unos y otros, hacen imposible la convivencia y la paz entre todos nosotros. Somos diferentes, pero lo malo no es eso sino que las diferencias sean incompatibles. Que sean muy suyas; es decir, muy nuestras en cada caso y solo por eso incuestionables. No abiertas ni complementarias, sino cerradas sin duda alguna. Como una afirmación que se repite o , mejor, que no cambia ni discurre: como el tronco que lleva el río, siempre el mismo -idéntico- y no como el río que cambia el curso hasta llegar al mar. Como una afirmación consolidada, bala embalada o piedra de tropezar en el camino. Esa firmeza fatal, ese fanatismo, es fe en la fe sin duda alguna. Y por tanto la corrupción de la fe en Dios, que no comprendemos, y por supuesto en los hombres en quienes no confiamos. Entre el que no cree absolutamente en nada y el que cree absolutamente en su fe, no hay diferencia cualitativa. Ninguno de los dos cree en Dios, ni en las personas. No se fía ni confía. Por eso necesita creer sin escuchar. Y para eso le basta y sobra cualquier fe.
En un mundo de fanáticos la paz y la convivencia entre todos es imposible. Lo malo de un mundo tan poblado y de un espacio limitado en el que todos y todo se mueve a gran velocidad, es entonces que las fricciones y los conflictos aumentan sin remedio. Ya no hay tierra suficiente para separar a tanto enemigo. Los prejuicios individuales o compartidos: las identidades fanáticas y las ideologías partidistas se afirman obstinadamente contra los otros. Sin que el diálogo sea posible, ni evitables el grito y la barbarie.
Esta prevención contra los otros y la desconfianza con los extraños, este sistema defensivo o esa defensa por sistema, nos encierra y yuxtapone los unos a los otros como objetos. Pasamos de los otros sin parar ni reparar en ellos y vamos por el mundo con la casa encima pero mucho más deprisa que los caracoles. En modo alguno abiertos, sino encerrados por cercos y muros invisibles. Cayó el muro de Berlín. Pero cuando caen los muros y las fronteras, lejos de reunirnos en la plaza o desplazarnos juntos compartiendo el camino y la vianda - no menos que la vida y la palabra - , vemos que no nos vemos o miramos y por supuesto -si oímos aún- lo que no hacemos es escucharnos los unos a los otros.
Así no vamos a un mundo mejor. Nos movemos, eso sí. Y al movernos sin encontrarnos -sin mediar palabra- aumentan los accidentes de tráfico. La alternativa no es suprimir las diferencias, sino tenerlas en cuenta haciendo que los contrarios sean complementarios. La tolerancia bien entendida es eso, y el diálogo lo mismo. Todo se puede compartir sin duda alguna entre caminantes que buscan lo mejor para todos. Todo hasta llegar a la casa común. Lo que no se puede es es caminar y quedarse cada quien en la suya o con los suyos; es decir, en su agujero. Que en eso queda, sin dar un paso, el que pasa de los otros. No se abre.

José Bada
14-11-2019

martes, 19 de noviembre de 2019

Mujer pública


Un hombre público es un político y , preferentemente, con autoridad o en ejercicio de un cargo en el gobierno. Una mujer pública,en cambio, hablando mal para que todos me entiendan es una puta. O dicho en latín sin recortes: “pro populo statuta”, de donde la abreviatura pro populo statuta.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Bien común


EL BIEN COMÚN

Son exactamente las cuatro y seis minutos de la mañana cuando esto escribo hoy, tres de septiembre del año en curso. Estoy despierto, he tenido un sueño y no puedo dormir. Es una utopía, no ha sucedido aún en ninguna parte que yo sepa. !Aunque vete a saber! Lo que nunca ha pasado según se dice, puede acontecer el día menos pensado en algún lugar. Jesús de Nazaret nació en Belén,¡quien lo iba a decir! Lo dice el Evangelio, la Buena Noticia para los creyentes.

El caso es que ahora mismo estoy despierto. Hace unos minutos, a las cuatro en punto, cuando aún estaba en la cama he oído en sueños que otros cantaban en la calle una canción extraña. “Todo se puede todavía”, eso me pareció escuchar. Y yo me he levantado -eso es cierto- de un salto para poner por escrito la ocurrencia: “Vaya, vaya, ocho que cantan y ocho que aún ven”. Escrito lo cual, vuelvo a mi habitación aunque me temo que ya no pueda dormir.
He dormido no obstante y a las ocho y media -mal-dormido- sigo con el tema resonando en mis oídos la misma canción. Hay sueños de la noche que tenemos mientras dormimos profundamente y otros que nos despiertan y no nos dejan dormir. Los de la noche pasan y eso es todo, y los otros que nos despiertan para vivir no nos dejan dormir. Esos , los del día, nos dicen lo que puede ser todavía. Si queremos y lo vemos, claro. Se refieren a los hechos que hacen historia, no a los “eventos” que no te puedes perder sino a los hechos que debemos hacer. No a lo que hace -por supuesto, naturalmente- la naturaleza que cumple a su tiempo como dice el refrán: “...y los nabos en dviento”.
Vivir desde la libertad y para la libertad responsable es la vida humana, que la otra es el capricho o la libertad de las cabras que van a su bola o a su pienso. Vivir desde la libertad humana es vivir para los otros y con los otros, entre los otros y entrelazados -solidarios- en el mundo que hacemos día a día apenas despertamos y abrimos los ojos.

La historia buena o mala la hacemos los hombres, echar la culpa al diablo cuando es mala no tiene sentido. Y dar gracias a Dios porque es buena es olvidar que Dios, si la hace es porque también se hace hombre para hacerla con nosotros y para nosotros. Eso es lo que creen los cristianos. Los que siguen al Cristo, a quien dijo que Dios, su Padre, le había abandonado. En cualquier caso la historia es humana o no lo es en absoluto. Y para hacerla es menester ver con los ojos abiertos y los pies en tierra. O mejor, con un pie en tierra y otro en el aire. Que si bien todo es posible todavía, nunca se sabe a ciencia cierta lo que será. El sentido del camino se presiente acaso y se adivina al caminar, al hacer el camino hacia delante sin estar plantado o a verlas venir. O en un presente sin pasado ni futuro, en la “eternidad efímera” que dice M.Castells.
Ver con buenos ojos es celebrar que todo es posible todavía. Actuar desde la libertad con determinación es realizar lo que es posible. Actuar responsablemente: ante los otros y para todos los otros, a corazón abierto y mano tendida es hacer lo mejor que se puede hacer. Es realizar el mejor de los sueños, la utopía que no es aún en ningún lugar: el bien común, que no es lo que todos desean pero cada uno sólo para sí. Sino el bien común que no es y puede ser todavía para todos. Que así sea.










Familiaridad


FAMILIARIDAD

Tengo muchos años, soy un viejo viudo y no he tenido hijos. No puedo decir - sería injusto- que el diablo me ha dado sobrinos como asegura el refrán. Pero conozco a más de uno en mi situción que sí los tiene, no digo ya sobrinos sino hijos e hijas que pasan de sus padres por desgracia y los van dejando caer en el agujero de una soledad sin puertas ni ventanas que es un infierno y nada tiene que ver con el descanso eterno merecido después de criar a sus nietos.
Muchos son los que tenemos la impresión de que los vínculos sociales en esta sociedad - y , por tanto, los familiares- se relajan y se rompen incluso a la par que nos enredamos como nudos cerrados o meros contactos virtualmente. Los fastos y nefastos de la familia,aniversarios y cumpleaños incluidos, ocasión antaño para reunirse chicos y grandes de todas las edades ya no compiten con los eventos de no te lo pierdas y cada cual va a su bola con los suyos que son los otros y ninguno de nosotros o de la misma familia. Como si la opinión de algunos que dice el refrán: “parientes y trastos viejos pocos y lejos”, fuera ya la consigna. Y lo mejor para cualquiera- lejos de ser una maldición- desearle al compañero de antes - familiares incluidos- que“con su pan se lo coma”.

La familiaridad, la convivencia, la confianza y la ayuda mutua entre todos los miembros de la gran familia, ancianos y niños, jóvenes y adultos, la nuera incluida y hasta los vecinos y amigos de nuestros amigos, ha dejado de ser lo que era y apenas son conocidos o contactos los que fueron antes naturalmente familiares. Y así no vamos a ninguna parte: no a casa, no como seres humanos. No hacia un nosotros cada vez más amplio sin excluir a nadie en el que quepamos todos y todas.

La familiaridad y buena compañía es por sí misma la excelencia de la vida , una pasada. Hace unos días estaba sentado en mi huerto después de darme un baño en la piscina, leyendo un libro debajo de la higuera, con los pies en tierra donde crecía la hierba como los árboles en silencio. Cantaban los pájaros, supongo, aunque no lo recuerdo pero seguro como lo es que entonces lucía el sol a mediodía. “Ser y tiempo” era el libro. Y fue entonces cuando sentí cosquillas en mi pierna derecha, cerré el libro, abrí los ojos en realidad de verdad y apareció ésta de cuerpo presente con una flor en la mano o espiga – puede que fuera una espiga, pues me picaba- que me decía: “Yayo,yayo, mira”. Era Estrella, que ese es su nombre. Y con ella, con su palabra, dejé en silencio a Heidegger y me puse a hablar con mi sobrina biznieta y a mirar lo que me enseñaba.

Fue una experiencia inolvidable. El colmo y la gracia que rebasa la experiencia de un viejo. Algo que deseo compartir con todos mis amigos y mis lectores, un saber que sabe mejor que todo lo que sé y que ofrezco a todos para que aprueben y prueben lo mismo en su vida. Que no ha de faltarles ocasión , que niños y niñas los hay para los viejos y viejas con tal de que sepan serlo y comportarse como yayos y yayas sin espantar a las criaturas como si fueran moscas.

Hace tiempo, dos o tres años, estando sentado en el parque que tengo cerca de casa haciendo la bicicleta, se me acercó una mocosa de unos cuatro años que quería hacer lo mismo y me preguntó -¡oye! - si yo no iba a la escuela. Y sin esperar respuesta me dijo jubilosa: “¡Yo hoy no voy a la escuela!”, que era por supuesto lo que quería decir a un viejo para que se enterara todo el mundo.
La familiaridad espontánea de los más pequeños, de los niños y las niñas inocentes, es un tesoro y un regalo para los viejos. En ese encuentro de los extremos anida hoy el futuro de toda la humanidad.

José Bada
20-8-2019














sábado, 17 de agosto de 2019

Mera información


PALABRA VIVA

Son muchos los que celebran que toda la información deseada esté en la nube al alcance de cualquiera con sólo una pregunta a Siri o un clic después de pedir respuesta por escrito a quien corresponda . Me refiero a todos los temas cuya información se ha depositado antes -por supuesto, en letra muerta -en archivos y bibliotecas, esperando que alguien la resucite para su provecho ya sea acercándose a la vieja usanza al cementerio donde reposa o -lo más probable- sin dar un solo paso: virtualmente, accediendo a ella que anda por ahí perdida y desprendida en la red o por las nubes.
Pero una cosa son los temas sobre los que se habla y la información general que precisa la gente y otro los problemas que tenemos las personas con los pies en tierra en situaciones dadas. Y otra los contactos que tampoco son como los compañeros con quienes se comparte el pan y la palabra en el mundo de la vida, donde estamos y nos encontramos: existimos realmente, y nos encontramos virtuosamente si queremos y nos queremos. Sin andar por ahí enredados y enredando,
entretenidos muchas veces, comprometidos menos y existiendo apenas realmente como personas. Más informados que formados como personas humanas.

Rodeado de libros en mi despacho me pregunto para qué los quiero y qué va a ser de ellos en el futuro. ¿Irán a parar a la fosa común como los cuerpos que se pudren, una vez salvada la información que contienen como el alma que va a los cielos? Pero el problema no es ese salvo para los libreros. No para mí, que todavía los leo y no los vendo. Y hasta escribo y publico alguno, que vender es otra cosa.
El problema humano que nos afecta a todos es otro. Yo le llamaría la pérdida de la palabra cabal, que es el diálogo y la conversación. Porque las personas nos entendemos hablando, nos atendemos y nos encontramos: nos realizamos como personas entre nosotros y con nosotros. En presencia, y sin remedos. No enredando y enredados, conectados y encerrados como nudos. Sino abiertos y abrazados, cogiendo la mano que se ofrece y el cuerpo que se entrega. Como la palabra que se oye sin cera o tapones en los oídos y se escucha sin perjuicios en la mente. Que no se traga ni consume, que discurre entre nosotros como el hilo que nos cose. Que va y viene entre dos bandas, en zigzag La palabra viva no es un medio para hacer algo, un instrumento, es el medio en el que nos hacemos y vivimos. Su pérdida nos aburre y embrutece. Nos sitúa no ya entre los animales sino por debajo de ellos. Somos burros por nuestra culpa. Nada que ver con Platero, que era inocente como todos saben.

Y ese problema, la palabra relegada, no puede quedar en tema. No desde luego en un tema más para un artículo como tantos otros y peor que otros -sin lugar a duda- que puedes encontrar en la nube sobre el mismo asunto. No está escrito éste para dar que hablar sobre algo. No ha sido esa mi intención, aunque en eso puede quedar si tu mismo no lo piensas y otros como tú no se deciden a asumirlo como problema y a resolverlo en su mundo con los suyos, en el mundo de su vida, fomentando el encuentro por la palabra y en la palabra. Que eso es - hablando mal - una pasada: la ¡hostia! - y hablando bien o para entendernos mejor: como la primera comunión.

Pero lamentablemente la sociedad de la información ha relegado lo que sigue siendo el futuro de la humanidad: la comunicación viva, artesana y ecológica -de cercanía-la conversación y convivencia con los vecinos, y ha optado por la información virtual de todos y para todos los individuos que la consumen. Y eso es una maldición que suena como aquella que dice: ¡Con su pan se lo coma! Que es lo que merece el que pasa de los demás y va a lo suyo encerrado como un caracol y proyectado como una bala perdida.
Daría por bien empleado mi tiempo, si el tuyo fuera lo que deseo para todos mis lectores. Un pretexto para compartir algo más que una opinión con tus compañeros. No un simple comentario. Sino un diálogo, una conversación entre vosotros. Un pretexto para vuestra palabra y vuestra vida. Aunque seguramente -sin duda alguna- tendréis otros problemas más importantes de que ocuparos y algunos temas para entreteneros mejor este verano.

José Bada
8-9-2019





miércoles, 31 de julio de 2019

NO SEAMOS "IDIOTAS"




EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA 
 

Acaba de cumplir noventa años cuando esto escribo a orillas del Ebro, en Zaragoza, llegado a casa del huerto para hacerlo aquí lo mejor que sepa y él sin duda merece. Nació en Düsseldorf, el 18 de junio del año 1929. Comparto algunos recuerdos, la edad, maestros y esperanzas en curso. Y tengo sobre la mesa su obra preferida o más conocida, al menos, en traducción castellana: Teoría de la acción comunicativa, editada en dos volúmenes por Taurus Ediones S.A. en1987.No dudo en absoluto que muchos de mis lectores saben ya a quien me refiero, pero nunca está de sobras mencionar su nombre. Estoy hablando de Jürgen Habermas, colaborador de Adorno en el Instituto de Investigación Social de Frankfurt y principal representante de la segunda generación de la llamada Teoría Crítica en Alemania.


Es sin duda uno de los pensadores que ha contribuido más a fundamentar racionalmente la democracia, mostrando las condiciones que hacen posible la acción comunicativa orientada al entendimiento en ese campo y en general en cualquier otro mediante el diálogo. Porque los hombres se entienden hablando si quieren y , si no, se muerden hasta matarse como animales. Peor aún, como sólo pueden hacerlo los humanos abusando de la razón instrumental. Sea ésta la ciencia pura y dura con la que dominamos la naturaleza, la mentira “eficaz” que corrompe la palabra y la convivencia humana o la estrategia que hace la guerra y no el amor. De modo que la boca que sirve para comer y compartir el pan y la palabra - para besar incluso- asociada a las manos sólo sabe hacer ya cosas y deshacerlas según le peta que viene a ser lo mismo.
La acción comunicativa orientada al entendimiento no ha lugar fuera del mundo de la vida ni es éste en su totalidad objeto puesto en cuestión. No es sobre ese mundo sobre el que se habla en la acción comunicativa sino sólo en ese mundo sobre aquello que emerge como problema para los participantes que lo habitan. Nadie puede salir del mundo en el que vive y seguir viviendo, es como el río en que nos mojamos y nadamos. Pero entonces, cuando llega el caso, se saca la cabeza para seguir flotando sin salir del agua. Es entonces y en ese mundo - en el nuestro- donde tenemos que entendernos hablando como personas si no queremos ahogarnos como animales irracionales.

Las condiciones de posibilidad de la acción comunicativa son todas y sólo las necesarias para llegar a un entendimiento entre personas responsables que se respeten. Por supuesto la libertad de pensamiento y de expresión, la obligación de escuchar a todos, el uso correcto de la lengua y el lenguaje, la argumentación razonada y razonable. La atención debida. Todo lo que, por desgracia, se lleva menos en el mercado donde solo se vende o se va de compra. También en el mercado político, donde los políticos ofrecen lo que desean sus clientes a cambio del voto. Y éstos, a cara tapada, piensan en lo suyo cuando les dan el voto. El resultado no es el gobierno del pueblo por el pueblo, sino el gobierno de los gobernantes elegidos por su clientela. Por una mayoría, que sin duda hay que acatar, sin que esto la haga razonable. Los demócratas acatan la mayoría, por supuesto; pero la mayoría de los ciudadanos va a lo suyo y los políticos también. Pero sin demócratas no hay democracia, lo mismo que no hay iglesia si no hay fieles. Ni pueblo sin bien común, o cosa pública: la república.
Con los años se ha consolidado en España un régimen democrático que lo es como cualquier otro. Y por desgracia con unos ciudadanos que también apenas o peor educados como demócratas que en otras naciones europeas. Eso es lo que se echa en falta. No electores, sino demócratas practicantes. Es esa carencia - lo que queda del franquismo como peor herencia- lo que debería preocuparnos. Hay una fanatismo sordo en ambos extremos y una indiferencia pasota que nada tiene que ver con la tolerancia. Una incapacidad para el diálogo y la acción comunicativa. Y un sistema escolar que escolariza, pero no educa. Que prepara apenas para encontrar trabajo, sin formar a los ciudadanos como si no lo fueran. Como si no tuvieran el deber y el derecho de participar en la política que nos concierne y compromete a todos.

Los atenienses llamaban “idiotas “ a cuantos ciudadanos no participaban en la política y se dedicaban sólo a su negocio. El tener un título y un máster o dos, no capacita a los ciudadanos para hacer la política que España necesita. Y en eso se quedan los jóvenes, sin trabajo muchos y demasiados “idiotas” que pasan de los partidos. Si descontamos una escasa minoría que hacen de ella una profesión, eso es todo. Apenas nada. Y lo poco que hay , la profesión, puede que sea lo peor de todo.

José Bada
20-6-2019















SIN CERA Y FRANCAMENTE


SALVAR LAS DIFERENCIAS

A cualquiera que no tenga cera en los oídos o tapones que no le dejen oír ni prejuicios en la mente que le impidan escuchar, uno que no tenga pelos en la lengua para poder hablar puede decirle sincera y francamente en cualquier situación que las personas se entienden hablando e invitarle al diálogo para resolver un conflicto que haya surgido por lo que sea entre ambos por cualquier motivo. Una persona no es en absoluto como una cosa ahí muda y encerrada: una “res cogitans” que dijo el filósofo, ni tan siquiera una oveja cojita -lisiada o no- que bala pero no habla: un borrego, vamos. Sino un animal racional que piensa, come normalmente con su boca como los animales sin tragarse las palabras -que se escuchan- y dice lo que piensa y a veces lo que menos se piensa sin pensarlo dos veces. Por eso no se aburren, porque no comen pienso ni aburren a los demás si piensan bien lo que dicen.

Pues bien, estoy convencido -oye- de que nosotros podemos y debemos entendernos todos hablando los unos con los otros sin gritar ni mordernos como bestias. Y es por eso que lamento que el grito, la amenaza o el reclamo ahuyenten la competencia leal, crispen la conversación y nos lleven a la polémica desagradable en una sociedad donde se hacen valer como en la plaza del mercado los bulos y las bolas de cada quien. Donde se esgrime la palabra en la vida pública como un arma y se hace de la política y de los políticos - ciudadanos todos, representantes y representados incluidos- individuos que van a votar como fieles no practicantes que van a misa. Sin advertir que no hay democracia real sin demócratas, ni demócratas sin un pueblo que crea en el bien común. Que no es el bien de cada cual o de todos juntos como el pienso de los cerdos en una granja - que gruñen a la vez, sólo eso- sino como el pan que se comparte entre compañeros. Que eso es una pasada, como el amor libre y la convivencia solidaria; vamos, ¡la hostia! O la comunión, que suena mejor y sabe igual de bien. Dígase lo que se diga, el bien común no es una suma. Ni es la mayoría de los electores satisfechos quien lo representa, que esa es la clientela y lo que consumen una mercancía.

La libertad, la convivencia, la palabra y el pan que da la vida y que se se comparte, el camino que llevamos las personas y la vianda: el nosotros cada vez más amplio y sin exclusiones, la deferencia entre las personas libres y responsables, la dignidad de cada quién se salva si salvamos para todos las diferencias. El otro, lejos de ser un obstáculo, es un atajo para llegar al enteramente Orto si lo hay para todos nosotros: a la casa común. El problema -el escándalo- es entonces el fanatismo que corrompe la fe y la convierte en mera fe. En fe en la fe y, por tanto, en cualquier fe. En una fe sin duda alguna, ni Misterio o Dios que la sustente. Ni Verdad que se busque. Los fanáticos se agarran a un clavo ardiendo con tal de no caerse. Los fanáticos de acá o de Alá no se toleran, son la cara y la cruz de la misma moneda. Hay también un ateísmo sin duda alguna, que ¿cree? demasiado y es tan intolerante como cualquier otro. Pero la tolerancia no tiene que ver nada en absoluto con la indiferencia de los pasotas. Y mucho con la atención a los otros y la búsqueda con los otros de la Verdad para todos, que es muy señora. Por eso hay que salvar las diferencias y respetarlas, porque estamos en camino con un pie en tierra y otro en el aire. Y no ha lugar para quedarse en el camino. Que eso es caer en un agujero, muy bajo, o pudrirse al margen donde también uno se pudre.

30 -7-2019
José Bada




lunes, 22 de julio de 2019

SALIDA


NO HAY SALIDA SIN APERTURA

¿Qué es la vida humana? La vida va siendo, es lo que hacemos y lo que nos pasa. Es la flor que se abre y la herida que nos duele. Crece como la siembra y se pudre cuando sólo se entierra. Es una pregunta abierta, y queda en nada cuando se cierra. Es como una bandera alzada cuando tremola y como un pañuelo cuando uno piensa que la tiene ya bien guardada en su bolsillo. Nada que ver con una pregunta retórica: no es preguntar por preguntar, no es una pose, una posición y menos una propiedad privada. Es la pregunta necesaria. Es saber y no saber y, por tanto, preguntar a sabiendas: responsablemente. Es el problema que somos y nos concierne, en el que nos va la vida. La verdad de la vida es la que se busca y la pregunta su anticipo: el sentido. Si ésta es el camino, aquella es la casa. Que no hay lo uno sin lo otro; ni casa sin puerta, ni camino sin casa.
La vida es el niño que nace y la fuente que mana, es el dolor y el sudor, el paso y el peso, la esperanza y la paciencia, la carga y el encargo. El trabajo y el ocio creativo, la fiesta y el negocio. Es el otro que reclama asistencia y quien la ofrece. Es el compañero y, a veces, competidor y hasta puede que adversario. Es lo bueno y lo malo, y nada que lo sea en absoluto. Vivir humanamente es vivir aquí, en cada situación y salir adelante en este mundo mediocre donde los extremos se tocan y a veces se confunden.
Vivir humanamente es compartir el pan y la vianda, la palabra y la convivencia. Nada que pueda hacerse como individuo, como uno de tantos de la misma especie. Como animales que gruñen a la vez pero sólo cada uno por su pienso. Sino como iguales en dignidad y diferente, irrepetible, cada quien como persona en todo caso.

Vivir humanamente es vivir en camino hacia los otros y ,con los otros, al Otro de todos si lo hay para nosotros que nunca se sabe. Es creer. No saber hacer cualquier cosa, que eso es poder y lo que puede la ciencia ya se sabe; sino comprender acaso y adivinar sabiendo – probando hasta saber cómo sabe la vida. El sabor del saber, guste o no guste, es lo que importa para creer e incluso para no creer, que son la cara y la cruz de la misma moneda. Creyentes y no creyentes o ateos, ya den la cara o la espalda, toman en serio su vida. Solo los indiferentes que preguntan por preguntar están al margen de la vida - como Vicente que va donde va la gente – o de la vida que se hace siempre personalmente o se deja por hacer al margen de cualquier modo.

En una sociedad de eventos y figurantes donde se consume la historia que no se hace, donde hasta la sábana santa de Jesús se guarda como una reliquia, y donde se arría la pregunta que somos y sirve a lo más para sonarnos como un pañuelo, lo que urge es la presencia y no las representaciones que no van a ninguna parte. Es ponerse en camino, no sentar plaza y sentar el cuerpo para ver lo que se ofrece sin ir a ninguna parte.

Mantener en alto la pregunta no es volver a las andadas, a un pasado de intolerancia entre fanatismos irreconciliables que estén a matar. Es caminar hacia delante, abiertos en la pregunta y por la pegunta que somos, ampliando el horizonte, alargando la vista y con con los ojos abiertos para que se haga la luz. Sin cera en los oídos ni tapones, sin prejuicios en la mente que no dejan escuchar. Responsablemente, sinceramente. Y sin pelos en la lengua que no nos dejen hablar. Francamente y sin fronteras. Que hablando se entienden las personas. Pero no predicando, sino con los pies en tierra y la pregunta ….en el aire que respiramos. Que ese es el espíritu que sopla dondequiera y que buena falta nos hace.

José Rada
16-7-2019


viernes, 31 de mayo de 2019

AMOR AL PRÓJIMO



UN BUEN CONSEJO

            El cuerpo humano no es uno más entre los cuerpos, está aquí ciertamente y no a la vez en otro sitio; pero no es uno más entre los cuerpos, ni siquiera entre los vivos sean plantas o animales. No es simplemente una cosa extensa en el conjunto de cosas extensas en el espacio. Tampoco es simplemente el estuche del alma o relicario y ésta el contenido: la joya o la reliquia. No somos cuerpo y alma. Somos en el cuerpo el alma, y sin el cuerpo nada. Somos incluso espíritu en el mundo, aquí y ahora: en el cuerpo y por el cuerpo, y sin el mundo nada. El cuerpo es el símbolo de alma. No el que remite a lo que no está presente aquí, en el símbolo: como una bandera que representa a la nación. Sino el símbolo real en el que se realiza el alma: se objetiva el sujeto que la trasciende. Somos más que un cuerpo, pero nada sin el cuerpo. Somos como la luz que trasciende y el calor de la llama que calienta , y nada si no prende en la cera que arde. Así es la vida humana y como un cirio encendido quien la vive. Pero esto es solo una semejanza, una metáfora de la trascendencia en otra dimensión.

           A diferencia de una señal que señala o indica lo que no es sin enterarse ni moverse, que remite a lo que es o pasa a continuación con el tiempo en el espacio y del signo que significa ideas y conceptos en general, el cuerpo humano como símbolo representa lo que sólo en él está presente. Esa presencia tiene sentido. Y el sentido del símbolo es su verdad. Interpretar el símbolo es ver y sentir, saber lo que esconde y se revela: lo que existe y se manifiesta, lo que se ofrece a quien se abre y lo recibe a corazón abierto. En ese encuentro se encuentran las personas a sí mismas y entre ellas. Ese encuentro es lo contrario de no encontrarse ni consigo ni con nadie. Y lo contradictorio de encontrarse perdido, de echar en falta el encuentro que es lo menos que puede pedirse.

        El símbolo del cuerpo como fenómeno nos permite hablar de una fenomenología básica para desarrollar una antropología elemental. Los hombres y las mujeres también – ofende la aclaración- como personas se encuentran de frente cuando se aman y se enfrentan como animales o persiguen de lo contrario. Los animales hacen el amor -es un decir- montando por detrás. Las personas miramos los ojos que nos ven, besamos los labios que nos besan, abrazamos el cuerpo que nos abraza, tomamos la mano que se da. Nos entendemos hablando y escuchando, que la palabra cabal es el diálogo. Como el agua que va entre dos orillas, que discurre. Como la vida que es convivencia. Como el pan que se comparte,compañero, y el camino que llevamos. 
          
         Caminar de pie y con los pies en tierra; mejor dicho,con un pie en tierra y otro en el aire es lo que hacemos los humanos como personas. Relegamos el pasado que se cierra a las espaldas, y nos abrimos hacia delante con determinación: hacemos camino al andar, y nos hacemos paso a paso a nosotros mismos. Mientras tanto la vida es una experiencia abierta, no un experimento de laboratorio que siempre puede repetirse con el mismo resultado. Tu vida, como la mía, es única: tú verás lo que haces. No obstante, yo puedo escuchar. Y tú también, tú que puedes hablarme. No hay yo sin tú, ni nosotros sin vosotros. No solo podemos sino que tenemos mucho de qué hablar, que solos no somos nadie como personas. Somos apenas como las cosas: él o ella en cualquier caso, no con quienes se habla sino sobre lo que se habla o dice la gente. Y por tanto, nada personal en la práctica de la vida.

            Lo que sacamos del pasado no es para entretenernos y perder el tiempo, no debería ser para eso. Lo que aprendemos si no sirve para el futuro mejor dejarlo, es una carga y un extravío. La experiencia, lo que se saca del camino recorrido, no tiene sentido si no es para seguir caminando hasta llegar a casa si la hay para todos nosotros. Que ya se verá o dejara de verse después de todo. Mientras tanto caminar es una opción razonable, es poner a trabajar la esperanza o convertirla -invertirla- en paciencia que trabaja. Es mantener la pregunta abierta y la bandera en el aire para la mejor casua. Es abrirse, es caminar. Y el otro, cualquier otro que encontremos en el camino o al borde del camino que necesite ayuda y que la acepte, un atajo para llegar juntos al enteramente Otro de todos nosotros: a casa, llámese la Verdad que es muy señora y nadie posee, o el Señor que es absoluto y puede ser el Amor con los brazos abiertos: el Padre. O como se llame a quien nosotros, los hombres y las mujeres llamamos: ¡Dios mío! , y a quien Jesús -de quien todos hemos oído hablar- nos enseñó a llamarle “Padre nuestro”. Mientras tanto, sea lo que fuere, no es mal consejo caminar juntos y amarnos los unos a los otros como hermanos. De las tres sorores,como las llamo yo: Libertad, Igualdad y Fraternidad, ésta última es el colmo y la perfección.

José Bada
22-5-2019










miércoles, 29 de mayo de 2019

Un abrazo, compañeros





¡Menudo cirio!

        El cuerpo -tu cuerpo- no es uno más en el espacio que está aquí entre los otros cuerpos, aunque también. Ni como el alma que a veces no está para nadie donde tiene el cuerpo y anda por ahí Dios sabe donde pero no el hermano. El alma como el espíritu y las ideas, el pensamiento y la conciencia no son como las cosas extensas en el espacio, ni es por eso más grande la cabeza que más piensa o el corazón que más quiere. Pero son, ¿o no? Todos lo sabemos y nadie en sus cabales se atrevería a negarlo. Y sin embargo, el espíritu sin el cuerpo que está aquí sería como el fuego y la luz sin la cera que arde: nada. Así es la vida y así las personas, como el cirio que arde. No dos cosas que se suman y son más que una; sino una realidad que es aquí y a la vez el ser que la trasciende. O de otra manera: el cuerpo es el símbolo del alma. No como una bandera que nos recuerda a la patria y es poco más que un pañuelo. Sino el símbolo en el que el alma se realiza: su presencia en carne mortal, y sin el cuerpo nada. Por eso y en eso existimos y nos encontramos como personas: y no solo estamos aquí como dos tarugos. ¿Te enteras? Pues eso, un abrazo compañeros.



martes, 14 de mayo de 2019

EN EL CAPITALISMO



¿ES POSIBLE MÁS DEMOCRACIA?

El pasado día 11 de este mes se celebró en Favara, que es mi pueblo, un debate sobre la democracia en un contexto social capitalista. Lo organizaba la Asociación Wirberto Delso como todos los años. Introdujo el tema Joan Carrera,S.J., de Cistianisme i Justicia. Quien puso el dedo en la llaga que padecemos, el indice que acusa las deficiencias del mejor de los sistemas políticos: el gobierno del pueblo por el pueblo, cuando se queda a verlas venir porque no hay pueblo que lo sea cuando los individuos se comportan como si no fueran vecinos y la fraternidad -que es el colmo de la perfección- se pierde con la igualdad y ambas con la tercera: la libertad, corrompida ésta por el amor propio y convertida en libertinaje o capricho que es la libertad de las cabras. Es un decir, que las cabras son animales como los cabrones y los cabritos por supuesto. Y los animales van a lo suyo, sobreviven -y con ellos la especie- si cada uno apetece lo que necesita aunque sean sólo los más fuertes los que salen adelante. La lucha por la vida , más acá de la fraternidad, pone a los individuos animales al servicio de la especie.
Los animales no conviven como las personas, no piensan en los demás, no comparten el pan y la palabra. No son libres y responsables. ¿Las personas, en cambio...? Las personas, en cambio, pueden comportarse como los animales. Es decir, peor -a sabiendas, a ciencia y conciencia- y en contra de la humanidad cuando uno utiliza su boca para morder, sus manos para coger, y sus pies para ir sin saber donde: para seguir o perseguir, para huir acaso, y no para encontrarse con otros y relacionarse con todos en un nosotros cada vez más amplio en el que quepamos todos.
Si el egoísmo es el motor de la economía y esto lo único que importa, si cada uno va a lo suyo y tonto el último, si eso es el valor supremo del capitalismo, una democracia de calidad es incompatible con un capitalismo de rigurosa observancia.¡Apaga y vámonos!
Apenas es posible ya una democracia deficiente, aparente. En la que todos votan o pueden votar, que no es poco aunque no suficiente. Que eso no quiere decir aún que voten a los mejores candidatos pensando en el bien de todos los ciudadanos, que haya en todos los electores suficiente solidaridad, convivencia positiva, un proyecto común, un bien común, un valor inapreciable, inconmensurable, que esté por encima de las partes y las reúna a todas como un todo: en un solo cuerpo, como los miembros que viven con el mismo corazón. Una democracia necesita un pueblo para ser perfecta, un conjunto de individuos no basta. Como una iglesia sin fieles, así es una democracia sin demócratas. Yo no veo la diferencia entre los que sólo tocan el bombo en Semana Santa con la cara tapada y los que echan la papeleta en la urnas sin que nada se sepa. Ellos sabrán lo que hacen. No los juzgo, pero no me fío de unos ni de otros.

Sólo pienso que cuando cada uno va a lo suyo sin importarle nada los demás, cuando va a su bola, el colectivo lo es como conjunto: como los animales de una granja que gruñen a la par porque todos tienen hambre y mientras la tengan, pero dejan de hacerlo a medida que les llega el pienso: el suyo, claro. Una política en un contexto capitalista se interesa por lo que pide la mayoría. No es la voluntad del pueblo soberano, que no hay tal. Es la mayoría cuantitativa, el conjunto de los que más gritan. Esos son los que mandan, la canalla que grita y los políticos que se venden. Esto no quiere decir, sin embargo, que la cantidad de los que se quejan no sea en absoluto un síntoma al menos de un bien común. De la carencia de un bien común, de algo que hay que atender. Pero no siempre es lo más importante cuando se piensa en todo y en todos, en la humanidad que nos hace humanos. Los más pobres y marginados, aunque tengan más razón que un santo, no son siempre ni mucho menos los santos de la devoción de los políticos profesionales. No es esa la liturgia que celebran y practican los políticos, ni son los pobres los primeros sino los últimos de sus clientes.

Las próximas elecciones son una oportunidad, una situación propicia para ejercer como políticos responsables. Que todos lo somos en principio, y algún poder tenemos los electores. No malgastemos el voto ni lo vendamos, no pensemos sólo en lo que nos duele. Pensemos en lo que más duele pensando en todos. Dejemos la bola en el rincón de los recuerdos, y juguemos en serio para participar. Que eso es ganar, y lo otro regatear. Lo que hace un gato para zamparse el ratón cuando tiene hambre.

José Bada
14-5.2019

miércoles, 1 de mayo de 2019

POCAS NUECES


DEMASIADO RUIDO




No es la fe cristiana como cualquier otra un hecho observable ni mensurable objetivamente sino subjetivo y muy personal. No hay estadísticas fiables al respecto sino acaso de las respuestas que digan o nos digan los presuntos creyentes. Aún suponiendo que la procesión vaya por dentro en los que se llaman cristianos, los sociólogos se ocupan sólo de las que salen a la calle; es decir, de lo que salta a la vista y a veces ensordece.
Por supuesto nadie es quien para juzgar o prejuzgar a quienes salen en procesión en Semana Santa. No obstante - sin querer juzgar a nadie- sospecho que es mucho mayor el ruido que las nueces; es decir, que son bastantes más los que salen en procesión para tocar el bombo con la cara tapada que los que creen a ciencia y conciencia con el corazón herido y a pecho descubierto en Jesús llamado el Cristo. Y por supuesto menos los creyentes que los turistas y público en general que asiste al espectáculo.
Las cofradías poco tienen que ver ya con la comunión de los santos y mucho con las hermandades y asociaciones que expresan y celebran a su manera la unión común entre vecinos de la misma comunidad. En un mundo secularizado, de la religión queda lo que religa. Y relajada la fe, pienso que hasta ésto que reúne todavía acabará por disolverse en eventos de no te lo pierdas. Lo que sería una pérdida irreparable, como un olvido de haberse olvidado. Traicionada la tradición: convertido el culto en cultura popular y aquella en tradición muerta y enterrada, se convierte ésta en artículo para el consumo. Al repetirse sin ton ni son – es decir, sin sentido- se multiplica como ruido que a nadie aprovecha para la vida y menos para hacer la historia. Eso es a lo que llamo tocar el bombo: un repique banal que mata y ensordece. Que insiste de fijo, pero no existe en realidad de verdad. Un triste espectáculo, que representa un drama triste que no duele a los figurantes y consumen con morbo los turistas. !Es para devolver!

Todo lo contrario del pan y la palabra que se comparte, de la vida y la convivencia, del camino abierto que se recorre dando la cara y ofreciendo la mano a los compañeros y al prójimo que lo necesita. Sobre todo a los marginados - a las víctimas que yacen al borde del camino- para que se incorporen. Parar y reparar en ellas – lejos de ser un extravío- es una rectificación. Y ayudarles un atajo, un salto que nos acerca de pronto al enteramente Otro: a la casa de todos si es que hay Dios para nosotros que eso nunca se sabe. Pues se cree o no. Y esa es la cuestión, y la cuestión es el hombre: Tú y Yo; es decir, la persona.

En eso pensaba hace unos días en Semana Santa - que llegó como siempre como las estaciones del año- cuando rompe la hora y la costumbre el anuncio de las elecciones que están al caer. Ojalá que con ellas comience otra historia o se renueve. Hay encuestas que presumen los resultados, pero lo que importa no es lo que se cuenta sino el recuento de los votos. Y eso depende de los electores. Ojalá voten en conciencia, que en secreto ya se hace. Ojalá vayan todos a votar, no a echar la papeleta o hacer el papel porque les toca. Que eso sería como tocar el bombo sin dar la cara. Pero ese deseo que comparto en principio con la mayoría de los ciudadanos – eso supongo- no quita el miedo y la sospecha que tenemos otros – muchos, y no yo solo por desgracia- en este país. A fin de cuentas es en la práctica el mismo pueblo que vemos en Semana Santa, el mismo público aturdido o conmovido - ¡quién lo sabe! - que asiste o participa en las procesiones y el que ha sido convocado para las elecciones. Ojalá sea para bien: para hacer historia, y no para hacer el memo....así en la tierra como en el cielo. Una democracia sin demócratas convencidos es como una iglesia sin creyentes practicantes. Los que tocan el bombo son igual en todas partes y , con frecuencia, los mismos.

Haz que no pase lo que me temo. Y ojalá que no seas, compañero, la excepción que confirme la regla. Y que el ruido no sea más que las nueces.

José Bada
25-4-2019


EL TEMA Y EL PROBLEMA



NADA PERSONAL

Vamos sobre ruedas y cada vez más deprisa, despegados de la tierra, volando como quien dice, ese es el tema. Pero el problema es que no sabemos a donde. Al no estar aquí con los pies en el suelo andamos por ahí perdidos sin encontrarnos con nadie, ni tan siquiera con nosotros mismos. Sin parar ni reparar en nada y en nadie, en vez de vivir a tope - que eso sería desvivirse con otros y por otros: vivir y convivir aquí- estamos en contacto con todo el mundo y ausentes en casa para los vecinos. No existimos aquí, que es el lugar de la responsabilidad, donde tenemos el cuerpo al alcance de un abrazo con los otros. Pero no estamos aquí realmente, virtuosamente. Sino acaso virtualmente y así conectados por demás con todo el mundo: en la red, enredados y enredando. Abarcando mucho y abrazando poco. Hemos pasado de una forma de vida artesana, sin intermediarios, cara a cara, a una vida artificial producida en cantidades industriales en serie: Impersonal. Del yo vivo , al se vive: se lleva, se dice, y se vive de la gente. Apenas nos queda solo morir, pues cada uno muere solo. Pero eso más que hacer, es lo que nos pasa. Lo que ha de pasar, y no la vida que podríamos y deberíamos hacer personalmente.


miércoles, 24 de abril de 2019

DES-TERRAJE


LA ESPAÑA VACÍA

Ese es el tema. Pero el problema de fondo no es la despoblación del territorio; que eso pertenece a la geografía humana y a la demografía, y es asunto que compete a la ordenación del territorio. Por tanto nada que pueda resolverse con medidas meramente políticas o recursos económicos para asentar la población o fijarla sobre el territorio. Lo que pasa en la España vacía es más de lo mismo que pasa en un mundo que va sobre ruedas sin que nadie conozca el destino y hacia dónde vamos a parar. Como si la humanidad entera, hecha del mismo barro – del humus o de la tierra- estuviera en trance de despegarse de ella y se concentrara en las ciudades sobre el asfalto dispuesta a salir volando. Asistimos a un proceso de urbanización o destierro que parece imparable en todo el mundo, donde más de una sola ciudad alcanza ya una población aproximada a la que tiene España.

Pero ese no es el problema de fondo, como queda dicho. Sino el escándalo que solo nos hace hablar, cuando debería darnos más para pensar. El tema de la España vacía oculta lo que deberíamos ver y pensar con mucha más preocupación. Lo que sucede en todas partes - incluso en los pueblos que no pierden habitantes- es que los pueblos se deshacen o despueblan en otro sentido. Como pasa en el mío – es un decir, pues ya no existe- que los pierde pero menos y sin embargo ya no reconozco. Y como tantos otros con las calles vacías, y las casas sin hogar ni el viejo en su rincón que antes no podía faltar. Que se parecen tanto a los pisos de la capital, donde tampoco falta el televisor y alguien tendido en el sofá que no está en casa para nadie que venga de fuera.
Los pueblos de la España vacía se quedan sin vecinos en ejercicio aunque estén empadronados allí o tengan incluso el cuerpo sin estar para nadie. Los habitantes del lugar son “ciudadanos” ocultos o vergonzantes: quieren y no pueden vivir como los que viven ostensiblemente en las ciudades. En las ciudades los urbanitas se ven más en la calle -la gente, quiero decir- pero tampoco se encuentra personalmente ni bajan a la calle para encontrarse salvo raras excepciones.
Lo que se pierde en casi todos los pueblos aunque no pierdan habitantes es toda una forma de vida. Y eso, amigos, es el problema de fondo. La causa de la España vacía, y este el efecto que lamentamos. Para vivir como en las ciudades es preferible vivir en ellas. Porque siempre el original será mejor que la copia. Pues eso, no hace falta darle vueltas.

La cultura es una forma de vida y al servicio de la vida que llevamos . Ya sea para vivir a tope , y eso es desvivirse por otros y con otros. O para sacar de ella lo que uno pueda. La razón instrumental, técnicamente más desarrollada, va siempre a lo suyo, es más competitiva y en tal sentido más profesional. Es un saber hacer cualquier cosa. Y para eso sirven las dos manos: para coger, abarcar. trabajar, manejar, y dar golpes... Sin pillarse los dedos, claro, que puede suceder sin embargo por accidente. Y menos para abrazar y comprender, aunque también siempre que mande la buena voluntad: la otra razón, la del corazón que también las tiene y no sólo la cabeza. El corazón que es por supuesto más cordial y más entrañable, más profundo y más abierto. El motor de la vida, la fuente de donde viene el agua que canta: el silencio que ama. Y al hacer la vida - que no es cualquier cosa sino convivencia- nos hace también humanos.

Antes de deshacerse o despoblarse, en los pueblos se cuidaba más todo lo concreto: lo que nacía y crecía en el mundo de la vida, y se cultivaba la relación con los vecinos. En ese cultivo destacaba la mujer por su cuidado, del que no siempre aprendimos los hombres más diestros y siniestros en hacer cosas. La igualdad en derechos de las personas no me impide reconocer la diferencia entre unos y otras y aprender lo mejor de las otras. Pensando en un futuro mejor para todos pienso en mi madre y en todas las mujeres, en su excelencia que es el cuidado y no es precisamente un legado masculino. Y al pensar en la España vacía – no menos que en los viejos y en los niños - pienso más en el amor y el cuidado que en las leyes y el dinero.

Desde el recuerdo propongo poner la esperanza a trabajar, y pienso en el cuidado. No es un sueño, es una corazonada como flor en primavera. Y me hago esta pregunta: ¿Por qué diantres o diablos no cuidamos de los viejos y los niños en los pueblos en vez de concentrarlos en la ciudades y aparcarlos en las escuelas y colegios, asilos y residencias donde aumentan y crecen como tumores extraños del cuerpo social? De ser así, la España vacía y sin corazón, tendría en los pueblos su corazón lleno. Y muchos más habitantes con corazón. Menos casas vacías y casi todas abiertas. Sin concentrar a nadie ni concentrarse. Libres en la calle y en la propia casa. Libres al aire libre, acompañados y en compañía. Conviviendo, no muriendo aparcados y apartados. ¡Cuidado! Lo dicho es una flor en primavera que promete el fruto cierto... si apostamos.


José Bada
9-4-2019


jueves, 11 de abril de 2019

LA PALABRA NO SE TRAGA


PENSANDO EN MIS LECTORES


No es sólo la información lo que importa. Ni estar enterado de lo que hay en el mundo, lo que pasa y lo pasado para contarlo. Que eso es un tema que sale en los medios de comunicación. Ni la opinión publicada. No es la información sobre el mundo de la vida, sino la vida que llevamos. No la que se hace en general, que sigue siendo lo que pasa. Sino tu vida y la mía, la de cada persona. Que la vida es siempre personal. Y la convivencia también. Que no hay convivencia si no compartimos la vida personalmente. Ni palabra en vivo si nadie la escucha como persona.

De la vida y de la convivencia - de la palabra y la conversación- quisiera decir algo a mis lectores que me compromete como autor personalmente. Pensando en ti que me lees - gracias- y escribiendo para ti, reflexiono hoy sobre lo que hago: la escritura, y lo que espero que hagas como lector. Para eso no necesito pretexto ni preciso ocasión alguna. Tengo motivos sólo con bajar a la calle y ver un montón de libros tirados a la basura junto a otros desperdicios .

Pienso que se lee poco, que se lee mal y apenas se dialoga en este país. Sin que sea por desgracia la excepción, sino la regla establecida por el uso en un mundo consumista en el que prima la imagen, se come con los ojos y se tragan las palabras. Donde vamos por ahí tropezando sin encontrarnos, sin parar ni reparar en nada y en nadie. Sin pensar en lo que da que pensar, con más prejuicios que fronteras y oyendo sin escuchar a nadie.

El diálogo de Sócrates con sus vecinos fue desplazado por la retórica de los políticos para persuadir a los ciudadanos, la retórica por la propaganda de los clérigos para convertir a los paganos y la propaganda por la publicidad para llevarse el gato al agua -¡al océano!- del consumo en todo el mundo. Y en eso estamos. De “la caña pensante” que dijo Pascal nos queda apenas la caña en la opinión publicada : el cebo, el reclamo, el engaño para pescar. O la caña para dar caña, para pegar a diestro y siniestro. Hoy se lleva el ruido, el grito, el escándalo y la polémica de cara al público: el espectáculo. Y en absoluto la conversación serena, la palabra cabal, el diálogo responsable y el pensamiento libre. Pero siendo éste “ el principio de la moral” como dijo Blas - el de la caña- la falta de pensamiento nos lleva a la desmoralización en dos sentidos: a la falta de moral -a la amoralidad sustituida por el capricho- en la gente que se tira al monte como cabras y a un clima social dominante que desmoraliza a otros – les quita la fuerza moral, la virtud o el coraje- si es que piensan todavía a pesar de todo.

En esta situación histórica que lamento, pienso que la palabra que nadie escucha es apenas pensamiento: una parida acaso, un concepto abortado. Y que la letra que nadie lee está muerta. No en voz alta para que se oiga, oye, sino a la chita callando a veces y siempre escuchando; es decir, respondiendo y nunca tragando la letra sin decir nada. Que no se lee para repetir, sino para conversar y corresponder. Que repetir es devolver, un desprecio como tirar un libro a la basura. ¡Qué asco!
Pensar lo que se lee, lo que da que pensar es siempre responder. No con el estómago, que devuelve. Ni con los pies, que pisan pero no piensan y así no vamos a ninguna parte: nos llevan -como a Vicente- a donde va la gente. Sino con la propia cabeza. Dar por pensado lo que da que pensar es un desprecio que se paga y no enriquece a nadie. Pensar a fondo y en el fondo es también recordar, con la mente arraigada en un corazón abierto. En especial cuando no se piensa sobre algo – que eso es más bien registrar y calcular – sino en las personas y con ellas personalmente.

Abrir un libro sin abrirse, no tiene sentido. Oír sin escuchar, tampoco. El pensamiento se hace palabra cabal en el dialogo, en la conversación. Y la vida lo mismo. La palabra viva es como el pan que nos sustenta, se comparte y no se traga. Sólo así nos abrimos a lo que está por ver y por venir. Al Silencio que llama y pone en pie la pregunta que somos, la pregunta que es un saber consabido: obvio, y a la vez un saber insuficiente que busca la respuesta definitiva: la Palabra sin palabras que - de haberla - nos pondrá en casa con su presencia. Mientras tanto la vida es un camino, compañero. Una verdad en carne mortal y una experiencia en curso de verificación. Nada que ver con un experimento de laboratorio.

Ni con la razón instrumental que es una estrategia al servicio de parte, una herramienta -como hoy se dice- o el arma para alcanzar un objetivo en la guerra de todos y contra todos.

La vida y la convivencia son el camino abierto y el medio -el método, el único- para comprendernos los unos y los otros. Para abrazarnos todos nosotros, compañero.

José Bada
26-3-2019





jueves, 4 de abril de 2019

¡NUNCA MÁS!



VERSO SUELTO


La guerra ha terminado”, con estas palabras de Franco concluía el último parte de guerra emitido el 1 de abril de 1939, hace 80 años cuando yo tenía 9. De aquella guerra infame que no hicimos y padecimos los niños de mi generación y de la represión que le sobrevino con la dictadura guardé en secreto lo que nadie podía decir en público y lo que todos pudieron saber después de la Transición a la democracia, ¡en hora buena!. Pero ahora, cuando apenas hay testigos o quedan pocos, ni culpables en vida a los que interrogar -pues todos los muertos callan, sean víctimas o verdugos- a los niños de entonces nos toca poner a salvo los recuerdos que tenemos al servicio de la paz que deseamos para todos en este país. Para que nadie se desentienda de lo que nosotros, sin poderlo entender, nunca olvidaremos. Para que no se repita lo que nunca debió suceder. ¡Nunca más! Para que todos sepan - hasta los niños que van a la escuela- lo que pasó y nos pasó en este país. No para que nadie se sienta culpable, sino para que todos seamos responsables. ¡Viva España!




sábado, 16 de marzo de 2019

EN LA RED

ENREDADOS Y ENREDANDO 


            No es salir ni hacer camino al andar lo que hacen los turistas. Sino dar vueltas por caminos trillados como en la era. No es ir a casa: a la de todos, se entiende. Sino volver a la propia sin haber salido. No es abrirse. Es trasladarse como los caracoles con la casa encima. O más deprisa: disparados como balas perdidas, embalados. Sacando los cuernos apenas, tropezando a ciegas o atropellando a quienes cierran el paso. Viendo sólo lo que hay que ver: el escándalo. Sin mirar a los ojos, esa maravilla . Que lo suyo no es abrirse para abrazar, encontrarse y comprender a los otros.
           
             Esa forma de vida encerrada es insistir y en modo alguna existir. Es de hecho la negación de la humanidad que nos hace humanos, la renuncia del hombre a lo que debe ser todavía. Un mal rollo de la vida amortiguada y sepultada -ensimismada- que ya no está aquí para nadie. Y va por ahí perdida: sin encontrarse consigo al encontrarse con otros. Esta forma de vida irresponsable -impersonal- que se lleva en las ciudades se lleva también en los pueblos. La despoblación no es un problema meramente demográfico. Estar tumbado en el sofá frente al televisor o andar por ahí conectado sin encontrarse con nadie, pasa también en los pueblos. Es un hecho que delata el problema de la gente en general en nuestro mundo global.

           En la actualidad podemos hacer incluso turismo virtualmente sin movernos y estar en casa sin estar para nadie. De hecho vivimos enredados y enredando, despegados de la tierra o en la nube. Conectados más que presentes aquí, donde tenemos el cuerpo. Distraídos o abducidos del mundo de la vida, del mundo concreto que nos rodea en silencio sin decir nada cuando no estamos aquí como personas. Y por tanto abiertos y accesibles para otros. Sino en la higuera o andando por ahí perdidos Dios sabe donde pero no su hermano. Huyendo como Caín.
         
           El mundo de la vida humana, de la existencia, no es sólo un lugar habitado por las personas; que también, por supuesto. Ha sido y sigue siendo un orden establecido hasta cierto punto, asentado, firme y consentido, aceptado en principio, determinado. Es decir un mundo finito y definido frente al caos. Y en tal sentido ocupado por una comunidad. Pero esa comunidad humana no existe fuera de la historia. Ni el hombre como persona tampoco. Que hay mucho por hacer hasta llegar a la casa común: hasta ser todos juntos nosotros, la humanidad entera. Que ese es el destino y el sentido del camino: de la historia y de la vida. De tu vida y de la mía, compañero. De la nuestra.

           Y aquí y ahora - ese es el problema en la actual situación- vemos que se liquida la comunidad establecida o se disuelve, se evapora o se pierde andando por ahí en la nube de la comunicación permanente sin pasado ni futuro. Como una “eternidad efímera”, como dice M. Castells. De no caer por su propio peso en un agujero como tradición traicionada, muerta y enterrada con el pasado sin ningún futuro. En vez de caminar con un pie en tierra y otro en el aire, paso a paso, con determinación y como experiencia abierta en curso de verificación.

           Después de la comunidad tradicional la alternativa hoy no es la comunicación permanente sino la comunión que acontece poniendo al día la tradición sin salirse del camino. O lo que es lo mismo , poniendo el pasado al servicio de la esperanza y manteniendo viva la tradición. Que no es como el madero que lleva el río -siempre el mismo- sino más bien como el rio que nos lleva y va cambiando. No sin mojarnos, claro. Y tampoco sin cambiar y no hacer nada. Sin nadar y sacar la cabeza al menos, si no queremos ahogarnos. En vez de estar en la red enredando y enredados, detenidos y entretenidos sin hacer nada, el problema es hacer hoy con los otros lo que podemos y debemos: salir de un colectivismo patriotero que no va a ninguna parte y de una comunicación que a nada compromete si en eso se queda. Compartir el camino y la vianda, compañeros. La palabra cabal que es el diálogo, el mundo de la vida y la convivencia en este mundo: la existencia. Sin insistir en nada ni quedarse en casa, que no la hay para nadie todavía. Ni quedarse al margen o estar en las nubes. Sino en camino, al encuentro del otro y con todos los otros. Hasta llegar a ser todos personas humanas. Ese es el problema. O la tarta, que puede quedarse en tema o empanada si no pasamos del dicho al trecho. A la verdad que nace cuando se hace.

          Por mucha libertad que haya en este mundo - todos la tenemos toda para pensar y algunos incluso para escribir lo que pensamos- la gran mayoría tiene muy poca y así será mientras sea la igualdad escasa. Los menos serán más libres al ser “más iguales” que los otros. Aún así la perfección no está en la libertad y la igualdad, sino en la fraternidad. Sin ella la tarta de este mundo no pasará de ser una empanada. En cambio, con ella , sería para chuparse los dedos. La aspiración a la fraternidad universal nos orienta y nos pone en camino hasta llegar a casa. Cada paso en ese camino anticipa lo que debe ser todavía, es una prenda: una promesa y una experiencia abierta. Por ella y en ella nos encontramos , nos reconocemos y somos personas humanas del mismo barro en cuerpo presente, compañeros en camino a la misma casa: la Humanidad después de todo. Es lo mejor que podemos pensar. Pero del dicho al hecho....Pues eso.

 José Bada 13-3-2019.

miércoles, 6 de marzo de 2019

EL TEMA ES...



VERSO SUELTO

El uso de una la lengua delata la mentalidad de sus hablantes. Si apenas se dice en castellano problema y en su lugar decimos hoy el tema..., puede que ya no haya problemas bien porque la gente no los toma como tales si no tienen solución, como la muerte, y si la tienen tampoco porque se resuelven o todo pasa con el tiempo. O quizás porque el problema lo tiene la persona, que calla y apenas escucha, y el tema es....pues eso: lo que dice la gente sin mayor compromiso. Lo que antes preocupaba a personas responsables que se hacían cargo era un problema, y aquello de lo que hablan hoy los políticos demasiado no pasa de ser para ellos un tema. Lo mismo que para los ciudadanos cuando critican al gobierno.
Y si decimos evento en lugar de acto a todo lo que anotamos en la agenda, puede que sea porque asistimos a encuentros de “no te lo pierdas” y nos olvidamos de aquellos en los que se decide la historia.


PARA TODAS Y TODOS


EL DÍA DE LA MUJER


Compañera es la mujer y el hombre su compañero, tal para cual. Que no hay humanidad sin mutua relación entre ellas y ellos. El día ocho de marzo se celebra sin embargo el Día de la Mujer. ¿Por qué? Que yo sepa no hay otro semejante para los hombres. Lo que no deja de ser una discriminación “positiva” para ellas; es decir, un agravio comparativo y puede que la excepción para confirmar la regla: una licencia que podemos permitirnos los hombres. Como el orden establecido los carnavales y nosotros el día de Santa Águeda para que manden las mujeres.

Pero no es eso. No es eso lo que debería ser. Y para que no sea así, me declaro feminista sin dejar de ser un hombre y , sobre todo, una persona como ellas y con ellas. Ni más ni menos. ¿El Día de la Mujer ? Esa es también mi fiesta y mi bandera, mi cita y mi compromiso. Por lo menos hasta conseguir que todos los días sean iguales para todas las personas bajo un mismo sol de justicia sin discriminar a nadie por su género. ¿Que las mujeres son distintas? Por supuesto, no solo de los hombres en general sino entre sí como personas ¡Faltaría más! Pero todas las personas somos iguales -deberíamos ser realmente iguales- en derechos y en dignidad...
Bueno, bueno , bueno...... ¡eso es lo que pensaba! Pero ahora sé que también se celebra el Día gel Hombre desde hace años. Menos mal que todo está en la Red y uno, que duda de muchas cosas, le ha preguntado a Siri y ésta le ha informado como es debido: “El Día Internacional del Hombre se celebra el 19 de noviembre . Fue establecido en 1992 por Thomas Oaster , profesor en la Universidad de Missouri-Kansas , y popularizado desde 1999 cuando comienza a celebrarse en todo el mundo. La directora del Programa Mujeres y Cultura de la Paz de la UNESCO, Ingeborg Breines, apoyó esta iniciativa desde el principio y ya entonces consideró la celebración de ese DIH "una excelente idea que proporcionará un poco de equilibrio entre géneros"

No obstante, después de saber lo que ignoraba, no voy a borrar ni una sola palabra de lo que he escrito. Para mí el Día de la Mujer es el Día de las personas que se declaran feministas, sean mujeres o no. Como hombre que soy no siento la necesidad de celebrarlo un solo día, pero como persona que también necesito declararme feminista todos los días y celebrarlo al menos una vez al año con mis compañeros y compañeras. Eso es para mí una opción estratégica, quiero estar con ellas y por ellas: lo necesito porque ellas son la parte marginada de la humanidad. ¡No los hombres, por favor!

En el mundo de la vida, son ellas sin comparación las peor tratadas. En casa, las servidoras; en el trabajo, las peor pagadas, y las maltratadas muchas veces por los otros. La violencia machista es ya un escándalo en este país, una una vergüenza. ¿Hasta cuándo? ¡Basta ya! Sin ellas y contra ellas, los hombres no somos humanos. No somos personas. Y como personas somos iguales que las mujeres, ni más ni menos.

Ser feminista , como no me canso de repetir, no tiene nada que ver con ser afeminado o menos hombre. De la misma manera que no es más mujer la que se pasa, y menos aún la que reniega de su condición y se comporta como un marimacho. La dignidad humana no está en las partes, ni es eso el sexo bien entendido. Ni siquiera la belleza del cuerpo más hermoso depende de los atributos, siendo como es todo el cuerpo – integramente - la presencia humana. Como una palabra visible o símbolo del alma y del espíritu en el mundo, y el estuche de la joya más preciada: el amor que sale del corazón humano a imagen y semejanza del Amor. ¿No es ese el nombre de Dios? Eso dicen y eso creo. Eso espero y eso es lo que para todas las personas como para mí deseo.

José Bada
2-3-2019