¿ES POSIBLE MÁS
DEMOCRACIA?
El pasado día 11 de
este mes se celebró en Favara, que es mi pueblo, un debate sobre la
democracia en un contexto social capitalista. Lo organizaba la
Asociación Wirberto Delso
como todos los años.
Introdujo el tema Joan Carrera,S.J., de Cistianisme
i Justicia. Quien
puso el dedo en la llaga que padecemos, el indice que
acusa las deficiencias del mejor de los sistemas políticos: el
gobierno del pueblo por el pueblo, cuando se queda a verlas venir
porque no hay pueblo que lo sea cuando los individuos se comportan
como si no fueran vecinos y la fraternidad -que es el colmo de la
perfección- se pierde con la igualdad y ambas con la tercera: la
libertad, corrompida ésta por el amor propio y convertida en
libertinaje o capricho que es la libertad de las cabras. Es un decir,
que las cabras son animales como los cabrones y los cabritos por
supuesto. Y los animales van a lo suyo, sobreviven -y con ellos la
especie- si cada uno apetece lo que necesita aunque sean sólo los
más fuertes los que salen adelante. La lucha por la vida , más
acá de la fraternidad, pone a los individuos animales al servicio
de la especie.
Los animales no conviven
como las personas, no piensan en los demás, no comparten el pan y la
palabra. No son libres y responsables. ¿Las personas, en cambio...?
Las personas, en cambio, pueden comportarse como los animales. Es
decir, peor -a sabiendas, a ciencia y conciencia- y en contra de la
humanidad cuando uno utiliza su boca para morder, sus manos para
coger, y sus pies para ir sin saber donde: para seguir o perseguir,
para huir acaso, y no para encontrarse con otros y relacionarse con
todos en un nosotros cada vez más amplio en el que quepamos todos.
Si el egoísmo es el
motor de la economía y esto lo único que importa, si cada uno va a
lo suyo y tonto el último, si eso es el valor supremo del
capitalismo, una democracia de calidad es incompatible con un
capitalismo de rigurosa observancia.¡Apaga y vámonos!
Apenas es posible ya
una democracia deficiente, aparente. En la que todos votan o pueden
votar, que no es poco aunque no suficiente. Que eso no quiere decir
aún que voten a los mejores candidatos pensando en el bien de todos
los ciudadanos, que haya en todos los electores suficiente
solidaridad, convivencia positiva, un proyecto común, un bien común,
un valor inapreciable, inconmensurable, que esté por encima de las
partes y las reúna a todas como un todo: en un solo cuerpo, como los
miembros que viven con el mismo corazón. Una democracia necesita
un pueblo para ser perfecta, un conjunto de individuos no basta. Como
una iglesia sin fieles, así es una democracia sin demócratas. Yo
no veo la diferencia entre los que sólo tocan el bombo en Semana
Santa con la cara tapada y los que echan la papeleta en la urnas
sin que nada se sepa. Ellos sabrán lo que hacen. No los juzgo, pero
no me fío de unos ni de otros.
Sólo pienso que cuando
cada uno va a lo suyo sin importarle nada los demás, cuando va a
su bola, el colectivo lo es como conjunto: como los animales de una
granja que gruñen a la par porque todos tienen hambre y mientras la
tengan, pero dejan de hacerlo a medida que les llega el pienso: el
suyo, claro. Una política en un contexto capitalista se interesa por
lo que pide la mayoría. No es la voluntad del pueblo soberano, que
no hay tal. Es la mayoría cuantitativa, el conjunto de los que más
gritan. Esos son los que mandan, la canalla que grita y los
políticos que se venden. Esto no quiere decir, sin embargo, que la
cantidad de los que se quejan no sea en absoluto un síntoma al menos
de un bien común. De la carencia de un bien común, de algo que hay
que atender. Pero no siempre es lo más importante cuando se piensa
en todo y en todos, en la humanidad que nos hace humanos. Los más
pobres y marginados, aunque tengan más razón que un santo, no son
siempre ni mucho menos los santos de la devoción de los políticos
profesionales. No es esa la liturgia que celebran y practican los
políticos, ni son los pobres los primeros sino los últimos de sus
clientes.
Las próximas elecciones
son una oportunidad, una situación propicia para ejercer como
políticos responsables. Que todos lo somos en principio, y algún
poder tenemos los electores. No malgastemos el voto ni lo vendamos,
no pensemos sólo en lo que nos duele. Pensemos en lo que más duele
pensando en todos. Dejemos la bola en el rincón de los recuerdos, y
juguemos en serio para participar. Que eso es ganar, y lo otro
regatear. Lo que hace un gato para zamparse el ratón cuando tiene
hambre.
José Bada
14-5.2019