miércoles, 1 de mayo de 2019

POCAS NUECES


DEMASIADO RUIDO




No es la fe cristiana como cualquier otra un hecho observable ni mensurable objetivamente sino subjetivo y muy personal. No hay estadísticas fiables al respecto sino acaso de las respuestas que digan o nos digan los presuntos creyentes. Aún suponiendo que la procesión vaya por dentro en los que se llaman cristianos, los sociólogos se ocupan sólo de las que salen a la calle; es decir, de lo que salta a la vista y a veces ensordece.
Por supuesto nadie es quien para juzgar o prejuzgar a quienes salen en procesión en Semana Santa. No obstante - sin querer juzgar a nadie- sospecho que es mucho mayor el ruido que las nueces; es decir, que son bastantes más los que salen en procesión para tocar el bombo con la cara tapada que los que creen a ciencia y conciencia con el corazón herido y a pecho descubierto en Jesús llamado el Cristo. Y por supuesto menos los creyentes que los turistas y público en general que asiste al espectáculo.
Las cofradías poco tienen que ver ya con la comunión de los santos y mucho con las hermandades y asociaciones que expresan y celebran a su manera la unión común entre vecinos de la misma comunidad. En un mundo secularizado, de la religión queda lo que religa. Y relajada la fe, pienso que hasta ésto que reúne todavía acabará por disolverse en eventos de no te lo pierdas. Lo que sería una pérdida irreparable, como un olvido de haberse olvidado. Traicionada la tradición: convertido el culto en cultura popular y aquella en tradición muerta y enterrada, se convierte ésta en artículo para el consumo. Al repetirse sin ton ni son – es decir, sin sentido- se multiplica como ruido que a nadie aprovecha para la vida y menos para hacer la historia. Eso es a lo que llamo tocar el bombo: un repique banal que mata y ensordece. Que insiste de fijo, pero no existe en realidad de verdad. Un triste espectáculo, que representa un drama triste que no duele a los figurantes y consumen con morbo los turistas. !Es para devolver!

Todo lo contrario del pan y la palabra que se comparte, de la vida y la convivencia, del camino abierto que se recorre dando la cara y ofreciendo la mano a los compañeros y al prójimo que lo necesita. Sobre todo a los marginados - a las víctimas que yacen al borde del camino- para que se incorporen. Parar y reparar en ellas – lejos de ser un extravío- es una rectificación. Y ayudarles un atajo, un salto que nos acerca de pronto al enteramente Otro: a la casa de todos si es que hay Dios para nosotros que eso nunca se sabe. Pues se cree o no. Y esa es la cuestión, y la cuestión es el hombre: Tú y Yo; es decir, la persona.

En eso pensaba hace unos días en Semana Santa - que llegó como siempre como las estaciones del año- cuando rompe la hora y la costumbre el anuncio de las elecciones que están al caer. Ojalá que con ellas comience otra historia o se renueve. Hay encuestas que presumen los resultados, pero lo que importa no es lo que se cuenta sino el recuento de los votos. Y eso depende de los electores. Ojalá voten en conciencia, que en secreto ya se hace. Ojalá vayan todos a votar, no a echar la papeleta o hacer el papel porque les toca. Que eso sería como tocar el bombo sin dar la cara. Pero ese deseo que comparto en principio con la mayoría de los ciudadanos – eso supongo- no quita el miedo y la sospecha que tenemos otros – muchos, y no yo solo por desgracia- en este país. A fin de cuentas es en la práctica el mismo pueblo que vemos en Semana Santa, el mismo público aturdido o conmovido - ¡quién lo sabe! - que asiste o participa en las procesiones y el que ha sido convocado para las elecciones. Ojalá sea para bien: para hacer historia, y no para hacer el memo....así en la tierra como en el cielo. Una democracia sin demócratas convencidos es como una iglesia sin creyentes practicantes. Los que tocan el bombo son igual en todas partes y , con frecuencia, los mismos.

Haz que no pase lo que me temo. Y ojalá que no seas, compañero, la excepción que confirme la regla. Y que el ruido no sea más que las nueces.

José Bada
25-4-2019


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