UN BUEN CONSEJO
El cuerpo humano no es
uno más entre los cuerpos, está aquí ciertamente y no a la vez en
otro sitio; pero no es uno más entre los cuerpos, ni siquiera entre
los vivos sean plantas o animales. No es simplemente una cosa extensa
en el conjunto de cosas extensas en el espacio. Tampoco es
simplemente el estuche del alma o relicario y ésta el contenido: la
joya o la reliquia. No somos cuerpo y alma. Somos en el cuerpo el
alma, y sin el cuerpo nada. Somos incluso espíritu en el mundo, aquí
y ahora: en el cuerpo y por el cuerpo, y sin el mundo nada. El cuerpo
es el símbolo de alma. No el que remite a lo que no está presente
aquí, en el símbolo: como una bandera que representa a la nación.
Sino el símbolo real en el que se realiza el alma: se objetiva el
sujeto que la trasciende. Somos más que un cuerpo, pero nada sin el
cuerpo. Somos como la luz que trasciende y el calor de la llama que
calienta , y nada si no prende en la cera que arde. Así es la vida
humana y como un cirio encendido quien la vive. Pero esto es solo
una semejanza, una metáfora de la trascendencia en otra dimensión.
A diferencia de una
señal que señala o indica lo que no es sin enterarse ni moverse,
que remite a lo que es o pasa a continuación con el tiempo en el
espacio y del signo que significa ideas y conceptos en general, el
cuerpo humano como símbolo representa lo que sólo en él está
presente. Esa presencia tiene sentido. Y el sentido del símbolo es
su verdad. Interpretar el símbolo es ver y sentir, saber lo que
esconde y se revela: lo que existe y se manifiesta, lo que se ofrece
a quien se abre y lo recibe a corazón abierto. En ese encuentro se
encuentran las personas a sí mismas y entre ellas. Ese encuentro es
lo contrario de no encontrarse ni consigo ni con nadie. Y lo
contradictorio de encontrarse perdido, de echar en falta el encuentro
que es lo menos que puede pedirse.
El símbolo del cuerpo
como fenómeno nos permite hablar de una fenomenología básica para
desarrollar una antropología elemental. Los hombres y las mujeres
también – ofende la aclaración- como personas se encuentran de
frente cuando se aman y se enfrentan como animales o persiguen de lo
contrario. Los animales hacen el amor -es un decir- montando por
detrás. Las personas miramos los ojos que nos ven, besamos los
labios que nos besan, abrazamos el cuerpo que nos abraza, tomamos la
mano que se da. Nos entendemos hablando y escuchando, que la palabra
cabal es el diálogo. Como el agua que va entre dos orillas, que
discurre. Como la vida que es convivencia. Como el pan que se
comparte,compañero, y el camino que llevamos.
Caminar de pie y con
los pies en tierra; mejor dicho,con un pie en tierra y otro en el
aire es lo que hacemos los humanos como
personas. Relegamos el pasado que se cierra a las espaldas, y nos
abrimos hacia delante con determinación: hacemos camino al andar, y
nos hacemos paso a paso a nosotros mismos. Mientras tanto la vida
es una experiencia abierta, no un experimento de laboratorio que
siempre puede repetirse con el mismo resultado. Tu vida, como la mía,
es única: tú verás lo que haces. No obstante, yo puedo escuchar.
Y tú también, tú que puedes hablarme. No hay yo sin tú, ni
nosotros sin vosotros. No solo podemos sino que tenemos mucho de qué
hablar, que solos no somos nadie como personas. Somos apenas como
las cosas: él o ella en cualquier caso, no con quienes se habla sino
sobre lo que se habla o dice la gente. Y por tanto, nada personal en
la práctica de la vida.
Lo que sacamos del
pasado no es para entretenernos y perder el tiempo, no debería ser
para eso. Lo que aprendemos si no sirve para el futuro mejor dejarlo,
es una carga y un extravío. La experiencia, lo que se saca del
camino recorrido, no tiene sentido si no es para seguir caminando
hasta llegar a casa si la hay para todos nosotros. Que ya se verá o
dejara de verse después de todo. Mientras tanto caminar es
una opción razonable, es poner a trabajar la esperanza o convertirla
-invertirla- en paciencia que trabaja. Es mantener la pregunta
abierta y la bandera en el aire para la mejor casua. Es abrirse, es
caminar. Y el otro, cualquier otro que encontremos en el camino o al
borde del camino que necesite ayuda y que la acepte, un atajo para
llegar juntos al enteramente Otro de todos nosotros: a casa, llámese
la Verdad que es muy señora y nadie posee, o el Señor que es
absoluto y puede ser el Amor con los brazos abiertos: el Padre. O
como se llame a quien nosotros, los hombres y las mujeres llamamos:
¡Dios mío! , y a quien Jesús -de quien todos hemos oído hablar-
nos enseñó a llamarle “Padre nuestro”. Mientras tanto, sea lo
que fuere, no es mal consejo caminar juntos y amarnos los unos a los
otros como hermanos. De las tres sorores,como las llamo yo: Libertad,
Igualdad y Fraternidad, ésta última es el colmo y la perfección.
José Bada
22-5-2019