¿NOS ABRIMOS? ¡ADELANTE!
Estamos de paso; es
decir, no estamos: existimos o vamos siendo en cada situación. La
existencia humana – la existencia propiamente dicha - no es un
estado, es una experiencia en curso de verificación. La persona
humana no es un individuo de la misma especie como cualquier otro, y
su vida personal no tiene nada que ver con un experimento de
laboratorio que cualquiera puede repetir: una manzana siempre cae,
ya sea Newton o el frutero quien la eche al aire. El ser humano no
es un objeto arrojado por ahí como una piedra al alcance de la mano
y un tropiezo para los pies. Tampoco es un vegetal que arraiga en la
tierra y crece en su lugar, ni un animal que se mueva por instinto en
busca de alimento y de pareja como individuo que está al servicio
de la especie. El ser humano mas que estar en la naturaleza, existe
en la historia. Podría decirse que no es ecológico, no como las
plantas o los animales que tienen su lugar o reserva natural: su
nicho y su nido,su casa y su medio. En este sentido es, como dijo
Nietzsche. “el animal no fijado todavía”; es decir, inadaptado
para vivir naturalmente en un lugar. Por otra parte, es el único
animal que puede vivir dondequiera con tal de adaptar el medio a sus
existencia y no al contrario.
Aún así el ser humano
no está para quedarse aquí y ahora en ningún a lugar, sino de paso
para seguir siendo. La planta de los pies es la única que no arraiga
y plantarse en su caso -afirmarse- no es para el hombre llegar a
casa, sino hundirse en la propia miseria. El que se planta se
entierra y se degrada. Ni siquiera es un vegetal, pues no arraiga ni
crece en un lugar y se endurece de fijo como las piedras: se
encierra. En ese estado el hombre cae por su propio peso en un
agujero. Aún así puede ser llevado por lo que se lleva y hasta
ser proyectado como un proyectil, pero embalado y encerrado como una
bala perdida, como un peso muerto y mortífero, sin salir de sí ni
abrirse de suyo a los otros y ante los otros. Bola o bala -¡qué más
da! - se dice que cada uno va a lo suyo: no a encontrar-se con otros
en un nosotros más amplio. Ese individualismo salvaje es lo que se
lleva y nos lleva a la muerte. No menos que el colectivismo. Uno y
otro ven solo una parte del hombre: “El individualismo no ve al
hombre más que en relación consigo mismo, pero el colectivismo no
ve al hombre, no ve más que
a la sociedad. En un
caso el rostro humano se halla desfigurado, en otro oculto” (M.
Buber) . El hombre cabal solo se encuentra en el encuentro, porque
es el hombre con el hombre; es decir, la persona humana en relación.
No hay Yo sin Tú, y es así como nos encontramos: siendo nosotros.
El otro , lejos de ser un obstáculo, es el medio para encontrarse
uno a sí mismo. Y el prójimo un atajo para encontrar al Otro si lo
hay para todos nosotros.
Vivir es caminar y hacer
camino al andar. Es abrirse, no enrollarse y encogerse como un
ovillo, ni apretarse y endurecerse como una piedra. Es encontrarse
con otros, ser con otros,convivir, compartir el pan y la palabra
entre compañeros. No es imitar o seguir, es caminar en compañía.
No es estar juntos, es ir juntos. No como ovejas, que eso es dejarse
llevar y estar muertos ya como personas. Es caminar cada quien por
su cuenta y riesgo y hacer cada quien la experiencia de su vida, una
experiencia abierta e irrepetible, en curso. Es caminar siempre con
un pie en tierra y otro en el aire, sin descanso, sin anticipar el
resultado y dejando la cosecha para el día de la cosecha. Poniendo,
eso sí, la esperanza a trabajar. Sintiendo en la marcha el sentido
del camino que se abre como una pregunta sostenida que nos sostiene.
Como pregunta provocada, como respuesta a una llamada que suena
cuando se baila. Como el río que va al mar cuando te mojas,
naturalmente. Y si no, nada de nada.
Ese ir de la vida , sin
delegar en otro responsabilidad alguna y respondiendo al otro como
uno mismo sin relegar a nadie, es el camino que se abre para todos
si todos y cada uno nos abrimos, compañeros. El camino en el que se
salvan las diferencias y las distancias, que nos acerca a unos y
otros en un nosotros cada vez más amplio. El camino del diálogo, de
la conversación y de la concordia. Que no es un monólogo de
solista que se hace oír, sino más bien un coro en el que todos
participamos. Ni la letra que mata y está muerta.
Llegados al final de
este rollo, yo me abro. No sin invitar a mis lectores que pongan
música a la letra que han leído. Me refiero al espíritu que da
vida y que nos hace bailar incluso. Que en el baile está la
gracia, la pasada, el exceso y el colmo de la vida. El sentido. Y
mejor agarrado, que así es la convivencia. ¿Nos abrimos? Pues
eso. Felices fiestas. !Y adelante!
José Bada
10-10-2018