martes, 20 de febrero de 2018

DIÁLOGO


EL DIÁLOGO ES EL CAMINO



Los hombres se entienden hablando … siempre que sean responsables; es decir, con tal que escuchen con atención y respondan con respeto a quien les habla. Que no basta con oír como quien oye llover, sin mojarse. Que entrar en diálogo es comprometerse con la palabra y en la palabra cabal - que no es tuya ni mía, sino de los dos y entre los dos- y lo demás apenas parlotear como loros: repetir acaso, pero nunca responder. Es como ponerse a silbar por hacer algo aunque sea para hacerse el distraído, y en todo caso distraerse sin escuchar dejando que el tiempo pase vacío.... hasta que deje de llover o de sembrar el otro. Pero no hay pensamiento verdadero, ni palabra viva, ni diálogo, ni pan que se comparta, ni compañero, ni convivencia, ni humanidad, ni tierra habitada y cultivada, ni cosecha, ni sentido.....si cada uno se come lo suyo hasta la simiente diga lo que diga sin escuchar a nadie.
 




Amortizada la tradición viva y enterrada en el “depósito de una traición” nada santa, liquidada la historia y sin salida con lo mucho que queda por hacer, enrollados y encerrados como balas perdidas, sin “nosotros” no hay conversación ni convivencia, nada que compartir ni modo de entenderse: ni medio ni remedio, queda el ruido, el silbido de las balas y el escándalo mudo – terco y seco, duro y sordo - que cierra el paso a la palabra cabal . Lo contrario del silencio que la acoge: la piedra que la rechaza y la mata callando. Eso es el desierto de la vida, donde no queda del profeta ni la voz. Ni el eco de su palabra. Sin acorde y sin acuerdos, queda el ruido que sale de la garganta cuando la boca no muerde. Y si muerde, la barbarie que es peor: el silencio que las mata callando. Queda sólo el rencor y el corazón callado y encerrado, sin salida y encallado a las orillas de un mar proceloso intransitable.



¿Qué es el hombre? Una antropología filosófica que se precie no está a la altura de su cometido si considera al hombre en general como un objeto, aunque lo trate como el el animal más perfecto entre los animales. Porque el hombre es en cada caso una persona y , por tanto, esencialmente un sujeto singular, como tú mismo lector amigo a quien no tengo el gusto de conocer. Como yo, así tú . Pretender conocer al hombre concreto en general y prejuzgar a alguien sin advertir la diferencia entre quien y quien es violencia que degrada a quien la practica y ofende a quien la padece. La antropología filosófica bien entendida es por eso reflexión y diálogo, no habla en general sobre el hombre quien la hace sino también de sí mismo que es un hombre. El filósofo no es un observador imparcial en este caso, entra en la cuestión. Y la antropología viene a ser así también literalmente “palabra del hombre” en el mundo de la vida: palabra compartida que nos abre y nos sitúa en camino hacia nosotros mismos. El pan de cada día, compañeros, y el maná que nos aleja de la esclavitud y nos sostiene en el desierto es el diálogo. La fuerza que separa las aguas y nos reúne en el camino, la que deja detrás el silencio que muerde y nos pisa los talones. La que nos abre. La que nos hace la pascua y la celebra. La que va y la que viene, la que nos compromete. La que separa las aguas del Mar Rojo y reúne al pueblo elegido.



Nadie que quiera saber de verdad qué es el hombre es un filósofo despistado que se quede al margen de la cuestión. Es un sujeto, como yo mismo o como tú. Que no hay yo sin tú, y el hombre se llama nosotros. ¿Por qué no hablamos? Porque no pensamos y, sobre todo, porque pasamos de los otros y nos perdemos por ahí como objetos no identificados. Porque vamos disparados cada cual a su bola sin parar ni reparar en nada y en nadie , ¡ y tonto el último¡ Porque nos pasamos de un extremo a otro: de un individualismo onanista a un colectivismo gregario. Los hay que se pierden y se pudren en el agujero del individualismo sin casarse con nadie, hasta el absurdo de celebrar uno matrimonio consigo mismo. Mientras otros se refugian en un colectivismo gregario que los consume sin comerlo ni beberlo, sin encontrare perdidos tan siquiera: sin pensar en nada y en nadie personalmente. Como bien dijo ya Martin Buber hace 75 años: “El individualismo no ve al hombre más que en relación consigo mismo; pero el colectivismo no ve al hombre , no ve más que a la “sociedad”. En un caso el rostro humano se halla desfigurado, en el otro oculto”. El hombre sólo es hombre con el hombre; es decir, como persona. Porque no hay yo sin tú, y todos nosotros nos vamos encontrando en un nosotros cada vez más amplio. El camino es el diálogo , y la casa común la humanidad que nos hace humanos.



Jose´Bada

14-2-2018

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