miércoles, 4 de abril de 2018

DESPEGADOS DE LA TIERRA


LA PARTE QUE ME TOCA



Ha salido el sol y estoy en el campo abierto con los pies en tierra. Me siento y me siento bien, en silencio, sobre un poyo. No se oye ni un pájaro de momento, apenas el tractor que ronronea a lo lejos y más acá - o más adentro- lo que me acaba de decir la socia del tractorista que es mi sobrino.


 Ambos cultivan un pedazo de la huerta de Zaragoza, de lo mucho que queda de ella debajo de la alfalfa que se cría para los camellos de Arabia. Poquísimo, bien mirado, si pensamos lo mucho que podría cultivarse si los zaragozanos consumieran tanto de aquí como los camellos árabes.

Se pueden contar con los dedos los hortelanos de acá – y sobran los de los pies- que apuestan por acercar la huerta a la ciudad y la ciudad a la huerta. Tenemos un programa en marcha promovido por el Ayuntamiento con la ayuda de la UE. Me refiero a Huertas Km.0; o LIFE para que me entiendan, es un decir. Y una ley vigente aragonesa que facilita la venta directa de productos agrarios de proximidad promulgada el 7 de julio hará un año. Pero toda esa cobertura legal y voluntad virtual de los políticos es agua de borrajas si nos fugamos de esta tierra por el centro. Volver a la venta directa sin acortar distancias entre vecinos y estar aquí donde se tiene el cuerpo, sin arraigo, es una utopía: no ha lugar, es imposible.



Este es el problema de la despoblación de Aragón, cuyos habitantes se concentran en Zaragoza donde se despegan de su tierra. Pero no solo aquí, sino en todas partes de la Tierra pasa lo mismo. La humanidad, que así se llama por el humus, se esfuma como humo de pajas. Embalados y encerrados, sin estar para nadie donde quiera que vayamos o nos lleve el viento, el evento, o la tendencia como también se dice, nos perderemos enredados y enredando sin encontrarnos perdidos tan siquiera. Y eso es lo peor, que no sabemos lo que nos pasa. Flotando hinchados como globos en el aire - o navegando sin rumbo en el mar de los deseos- ignoramos el destierro que padecemos.

y nos perdemos ya sea volando como ovnis o navegando a la deriva. La vida y el camino se hace siempre al andar con un pie en tierra y otro en el aire. O lo que es lo mismo, estando en lo que se hace: aquí y ahora, en la situación y en la decisión, acompañado quizás y en todo caso abierto a otros. La planta de los pies es ciertamente la única sin raíces, pero estar en camino a ciencia y conciencia es ir estando: no es quedarse por ahí tirado, ni tropezar con ellos o ellas como si tal cosa fueran, sino encontrar-se aquí - ¿donde si no ?- con las personas. Porque uno se encuentra solo al encontrarse con alguien, no tropezando con algo. Vivir para los humanos es existir, salir, convivir, no estar encerrado como una piedra. Es compartir el camino y la vianda, el pan y la palabra, los recuerdos -la mochila- y el destino: el pasado y el futuro en el presente. Es estar siempre aquí, en la situación que no es aún la casa ni está en las nubes.



Mira por donde, lector amigo, que comencé pensando en la huerta de Zaragoza y en mis sobrinos, en el Kilómetro 0 y la venta directa, y he llegado sin saberlo - o a sabiendas, siendo sincero- a un problema radical que me concierne y nos concierne a todos los habitantes de acá o de allá: a los ciudadanos de Zaragoza la “farta”como se la llamaba hace siglos por la fecundidad de su huerta, de Teruel que todavía existe, de Almería que nos alimenta o de Arabia cuyos camellos alimentamos con la alfalfa de acá. Pero eso sí, a cada uno por la parte que le toca: aquí, sin escurrir el bulto ni aliviarse de la responsabilidad. Me refiero al problema ecológico, a la casa común que es la Tierra y por tanto a la tierra que pisamos. Llevarles al huerto es lo de menos, ni más ni menos que acercar la huerta a los zaragozanos. Y el problema, encontrarnos como personas cara a cara donde quiera tengamos el cuerpo. Sin intermediarios: Tú y Yo, como nosotros. En un nosotros cada vez más amplio. No para hablar sobre los otros, que eso es un tema, sino con otros: que ese es el problema.



Pero voy a tomar el hilo donde lo dejé en el principio, en lo que Sara me dijo: que este sábado, en vez de ir al mercado ecológico irá a buscar hierbas aromáticas y medicinales. Y en lo que me pasó recientemente al ser invitado a una degustación gastronómica que resultó ser un “seminario” sobre el valor terapéutico de las hierbas, la meditación y el dominio de las emociones. Y del que me salí por encontrarme fuera de lugar, cuando se me hizo saber lo que se esperaba de todos los asistentes: que tragaran alimentos y palabras, en vez de compartir el pan y la conversación como compañeros. Pero las palabras – eso pienso- no se tragan, se escuchan. Y los alimentos se prueban o se gustan cuando se come, que tragar solo no satisface. Engorda a los animales, eso sí, y aprovecha a los pastores que son obviamente carniceros. Y me fui. Pero sigo abierto, eso creo y eso quiero por lo menos.





José Bada

29-3-2018








No hay comentarios:

Publicar un comentario