LA DESPOBLACIÓN
Soy de un pueblo
aragonés de la Franja de Orient o de Ponent según se mire. Pero
no voy a hablar de mi pueblo, que en rigor de verdad ya no existe :
no el pueblo en el que nací, que me lo han cambiado. Ni a escribir
en mi lengua materna que sobrevive a pesar de todo en el lugar como
“les borraines” o borrajas, para que me entiendan.Hoy no toca. El tema
es la despoblación.
Me despierto oyendo en la radio a unas
ancianas que viven solas y dispersas por la provincia de Soria,
recuerdo lo que vienen diciendo los políticos de acá y lo que
dicen que dijo ayer mismo sin ir más lejos el papa Francisco en su
viaje a Petrelcina, en el pueblo natal del famoso P. Pío, uno de
los santos más populares de Italia canonizado por Juan Pablo II.
Desde allá ha lamentado la despoblación agravada por la emigración
de los jóvenes que salen por falta de trabajo y ha pedido que no se
margine a los ancianos: “un tesoro” -dijo- que merece ser
reconocido y premiado “con el Nobel porque dan memoria de
humanidad” . Lo que toca o nos toca es hoy hablar aquí de
despoblación. No como tema , sino como problema que nos afecta. No
solo -aunque también- de la pérdida de habitantes en los pueblos ,
sino de la pérdida de los pueblos que se urbanizan y se alejan
cada vez más de lo que siempre fueron. Hasta para llevar a los
hijos a la escuela hay quien utiliza hoy su coche en los pueblos.
Y donde había un hogar, un tronco y un viejo que no podía faltar;
vemos hoy con frecuencia una pantalla , un sofá y un individuo que
no está para nadie.
La despoblación es
desarraigo , no solo desplazamiento. Es un alejamiento de la
realidad concreta: del lugar y de lo que crece en el lugar, de la
forma de vida y del cuidado de la vida en su entorno. De los
problemas que tenemos aquí , ¿donde si no? Bien pensado es un
problema ecológico. O mejor, es el problema ecológico por
antonomasia. Bien es cierto que la planta de los pies no tiene
raíces, ni el hombre un sitio propio reservado por la naturaleza.
Que somos en cierto modo como se ha dicha animales inacabados o no
fijados todavía y , por tanto , capaces de vivir en cualquier sitio
siempre que hagamos de él nuestro mundo. Pero aún así los
humanos solo podemos progresar con un pie en tierra y otro en el
aire. Y si bien es cierto que podemos trasladarnos con el cuerpo a
otro sitio, no iremos a ninguno a salto de mata sin apoyarnos en la
situación dada. Vivimos en la historia, aquí y ahora. La
despoblación es una distracción radical o abstracción del
espíritu que, fuera del cuerpo, se esfuma por ahí y se pierde en
la nube donde todo se halla sin encontrarte con nadie. Sin parar ni
reparar en nada y en nadie. Enredando y enredados.
Vivir en un pueblo es
convivir con los vecinos...sin intermediarios: compartir el clima y
la lengua, el pan y la conversación, los recuerdos, los temores y
las esperanzas, bajar a la calle a tomar la fresca.... Es estar
donde se tiene el cuerpo, aquí y no andar por ahí encapsulado como
un objeto perdido sin ver a nadie. No es salir como una bala. No es
correr ,es más bien caminar acompañado y buscando compañía. No
huyendo, ni con la casa puesta y encerrada sin estar para nadie.
La despoblación no es
un problema demográfico, es sobre todo un problema cultural. Es,
como dije antes, desarraigo o desterraje. Comenzó en los pueblos
cuando se acabó la agricultura tradicional, cuando los labradores
dejaron las mulas y se subieron al tractor. Cuando la agricultura
extesiva se extendió sobre la tierra expuesta, y se tiró la azada
al abandonar los huertos familiares de toda la vida. Y sobraron los
jóvenes, la juventud excedente que se fue a estudiar para no
volver. Antes se nacía en el pueblo, hoy se nace en las ciudades
que se parecen cada vez más una a otras y se muere solo Dios sabe
donde.
Vivir en un pueblo era
antes convivir sin intermediarios. No en un mundo de cosas sino de
personas. Esa inmediatez , ese cara a cara, esa convivencia, esos
lazos personales, eso es lo que se echa en falta en un mundo de
objetos: sean contactos, seguidores, clientes o consumidores
anónimos. Individuos al fin y al cabo con los que se tropieza. La
pérdida de las relaciones personales es una pérdida de humanidad.
Las personas nos realizamos como tú y yo, en el ejercicio de una
relación personal : como nosotros. Él y ella - sobre los que
hablamos a veces más de la cuenta - no nos dicen nada. Son como las
cosas, que están ahí. O como objetos.
José Bada
17-3-2018
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