miércoles, 21 de marzo de 2018

FUERA DE LUGAR


LA DESPOBLACIÓN




Soy de un pueblo aragonés de la Franja de Orient o de Ponent según se mire. Pero no voy a hablar de mi pueblo, que en rigor de verdad ya no existe : no el pueblo en el que nací, que me lo han cambiado. Ni a escribir en mi lengua materna que sobrevive a pesar de todo en el lugar como “les borraines” o borrajas, para que me entiendan.Hoy no toca. El tema es la despoblación.


 Me despierto oyendo en la radio a unas ancianas que viven solas y dispersas por la provincia de Soria, recuerdo lo que vienen diciendo los políticos de acá y lo que dicen que dijo ayer mismo sin ir más lejos el papa Francisco en su viaje a Petrelcina, en el pueblo natal del famoso P. Pío, uno de los santos más populares de Italia canonizado por Juan Pablo II. Desde allá ha lamentado la despoblación agravada por la emigración de los jóvenes que salen por falta de trabajo y ha pedido que no se margine a los ancianos: “un tesoro” -dijo- que merece ser reconocido y premiado “con el Nobel porque dan memoria de humanidad” . Lo que toca o nos toca es hoy hablar aquí de despoblación. No como tema , sino como problema que nos afecta. No solo -aunque también- de la pérdida de habitantes en los pueblos , sino de la pérdida de los pueblos que se urbanizan y se alejan cada vez más de lo que siempre fueron. Hasta para llevar a los hijos a la escuela hay quien utiliza hoy su coche en los pueblos. Y donde había un hogar, un tronco y un viejo que no podía faltar; vemos hoy con frecuencia una pantalla , un sofá y un individuo que no está para nadie.



La despoblación es desarraigo , no solo desplazamiento. Es un alejamiento de la realidad concreta: del lugar y de lo que crece en el lugar, de la forma de vida y del cuidado de la vida en su entorno. De los problemas que tenemos aquí , ¿donde si no? Bien pensado es un problema ecológico. O mejor, es el problema ecológico por antonomasia. Bien es cierto que la planta de los pies no tiene raíces, ni el hombre un sitio propio reservado por la naturaleza. Que somos en cierto modo como se ha dicha animales inacabados o no fijados todavía y , por tanto , capaces de vivir en cualquier sitio siempre que hagamos de él nuestro mundo. Pero aún así los humanos solo podemos progresar con un pie en tierra y otro en el aire. Y si bien es cierto que podemos trasladarnos con el cuerpo a otro sitio, no iremos a ninguno a salto de mata sin apoyarnos en la situación dada. Vivimos en la historia, aquí y ahora. La despoblación es una distracción radical o abstracción del espíritu que, fuera del cuerpo, se esfuma por ahí y se pierde en la nube donde todo se halla sin encontrarte con nadie. Sin parar ni reparar en nada y en nadie. Enredando y enredados.



Vivir en un pueblo es convivir con los vecinos...sin intermediarios: compartir el clima y la lengua, el pan y la conversación, los recuerdos, los temores y las esperanzas, bajar a la calle a tomar la fresca.... Es estar donde se tiene el cuerpo, aquí y no andar por ahí encapsulado como un objeto perdido sin ver a nadie. No es salir como una bala. No es correr ,es más bien caminar acompañado y buscando compañía. No huyendo, ni con la casa puesta y encerrada sin estar para nadie.



La despoblación no es un problema demográfico, es sobre todo un problema cultural. Es, como dije antes, desarraigo o desterraje. Comenzó en los pueblos cuando se acabó la agricultura tradicional, cuando los labradores dejaron las mulas y se subieron al tractor. Cuando la agricultura extesiva se extendió sobre la tierra expuesta, y se tiró la azada al abandonar los huertos familiares de toda la vida. Y sobraron los jóvenes, la juventud excedente que se fue a estudiar para no volver. Antes se nacía en el pueblo, hoy se nace en las ciudades que se parecen cada vez más una a otras y se muere solo Dios sabe donde.



Vivir en un pueblo era antes convivir sin intermediarios. No en un mundo de cosas sino de personas. Esa inmediatez , ese cara a cara, esa convivencia, esos lazos personales, eso es lo que se echa en falta en un mundo de objetos: sean contactos, seguidores, clientes o consumidores anónimos. Individuos al fin y al cabo con los que se tropieza. La pérdida de las relaciones personales es una pérdida de humanidad. Las personas nos realizamos como tú y yo, en el ejercicio de una relación personal : como nosotros. Él y ella - sobre los que hablamos a veces más de la cuenta - no nos dicen nada. Son como las cosas, que están ahí. O como objetos.



José Bada

17-3-2018

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