miércoles, 4 de abril de 2018

CO-n-RAZÓN


RAZÓN Y FE

Se cree con el corazón, se piensa con la cabeza.
Hay razones para creer, y motivos para pensar.
No se piensa sin motivo, ni se cree sin razón alguna.
Pensar sin motivo no tiene sentido. Ni es razonable creer sin razones.
No se cree para no pensar, ni se piensa para no creer.


Creer para no pensar, no es fe es fanatismo. Pensar para no creer, es racionalismo.
Fanatismo o racionalismo son extremos que se tocan: cara y cruz de la misma medalla, o moneda según se mire.
Nada que ver con la fe, que es razonable. Ni con la razón, que conoce sus límites.

Creo en las personas, no en las creencias: ni en los objetos, que no responden.
Creo en la fe de los creyentes que están dispuestos a morir por ella, nunca en los fanáticos que matan por lo que creen. Es decir, por sus creencias.

Comparto la sabiduría de quienes saben que no saben nada del todo o de todo.
Me entiendo con los que creen en Dios -o eso piensan- y saben sin duda alguna que no son dioses.
Incluso con los que piensan -o eso creen - que no hay Dios y creen sin embargo que el hombre puede llegar a serlo en cierto modo.

“Credo ut intelligam” e “Intelligo ut credam”, que quiere decir en castellano lo que dijo San Anselmo en latín: ”Creo para entender y entiendo para creer”.
Huyo como alma que lleva el diablo de los extremos que nos separan y me acerco -eso creo- a lo que Dios ha unido para siempre.

Pensar no es haber pensado, ni creer haber creído: pensar y creer es como la vida, que no es haber vivido sino más bien desvivirse. Que eso, haber vivido, es estar muerto.

Morir es lo que nos pasa, no lo que hacemos. Desvivirse, en cambio, es vivir a tope a ciencia y conciencia, en cuerpo y alma, como persona que uno es , aquí y ahora: en el mundo, abiertos como pregunta hacia delante que se cierra solo por detrás en el camino hasta encontrar la respuesta. O , mejor, hasta que llegue si la hay para nosotros. Mientras tanto todo es vida si vivimos. Y muerte, de lo contrario.



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