VI EL CIELO ABIERTO
Serían poco más de las nueve y media
de la mañana del día ocho de abril del año en curso cuando iba por la calle de San Pablo caminando
lentamente, arrastrando los pies y la cabeza baja sin mirar al
suelo, no sé en qué pensaba. Sería en todo y en nada, en la
vida, supongo.
Y de pronto una mujer joven se detiene y me dice:
“Señor lleva suelto el cordón del zapato, si se lo pisa puede caerse, ¿se
lo ato?". Y me caí ...del caballo. Levanté la cabeza y vi el cielo
abierto, fue una gracia muy graciosa. Le hubiera dado un beso. Le
sonreí y le dije: "Muchas gracias, señora". Me sonrió, me até el
zapato y llegué a casa rebosando de alegría como niño con zapatos
nuevos y la esperanza renovada. Encuentros como éste ayudan a
caminar a un viejo.
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