martes, 8 de mayo de 2018

VIOLENCIA DE GÉNERO


AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS





Solo el necio confunde valor y precio, como dijo Machado. Y Cristo enseñó a distinguir entre el amor - que es el valor supremo- y la ley que no vale nada sin amor alguno. Porque la ley es lo justo en el mejor de los casos y “el amor la plenitud de la ley” (Rom.13,10); es decir, la perfección que la llena, su cumplimiento y el colmo que la rebasa, la abundancia y la gracia que da sentido a la vida. Lo que no significa que lo más, lo inapreciable que es el amor, nos dispense de hacer lo que debemos por imperativo legal que es lo de menos.


Hacer el amor no es amar, pues se paga y tiene un precio.

 No es de suyo un valor. Pero si se paga el precio justo a quien lo vende tampoco es una violación. Ni siquiera es un abuso en términos de justicia, aunque sea un vicio y un mal uso en términos morales. En cambio hacer el amor sin pagar por ello, a la brava y por narices o porque se puede y se quiere,en manada, con una mujer indefensa que no está en oferta no solo es injusto y algo más que un abuso: es una violación. Espero que lo paguen esos machos salidos de la especie humana humanizada.



El amor no es una cosa que se hace, ni un producto al alcance de la mano o la cartera, ni una técnica. Es desvivirse por otros y vivir a tope con la persona amada. Es una relación personal en la que se entra, un encuentro feliz que se mantiene y nos mantiene, una gracia, un don que nos hacemos y nos hace personas: tú y yo, a la par y en reconocimiento mutuo. Un encuentro desde la libertad responsable. Los que se aman no están bajo la ley , aman y hacen lo que quieren de común acuerdo. Esa correspondencia no anula la responsabilidad ante los otros y con los otros. Ni tiene nada que ver con el capricho, que eso es la “libertad” de las cabras. Pero en esa relación lo que manda es la correspondencia amorosa. No la ley, ni el derecho, ni el débito conyugal que está por debajo.


Violación es una palabra que usamos también hablando del domicilio. Nadie puede introducirse en domicilio ajeno contra la voluntad de su dueño sin cometer un delito. La casa de los casados se ha comparado a la mujer y al mismo cielo. La puerta fortalecida con sus tachones es imagen del firmamento: del cielo tachonado de estrellas. Asaltar el cielo es un delito que Dios castiga, lo mismo que las leyes humanas castigan como delincuente a quien entra en casa ajena sin permiso. En los pueblos se ven todavía las puertas que dan a la calle con su picaporte para llamar desde fuera. Dicho picaporte tiene con frecuencia la forma de falo. Los extraños que quieren entrar han de llamar antes y esperar que les abran. Es lo que tiene que hacer siempre un hombre con una mujer, no entrar sin pedir permiso. Hacerlo por la fuerza, es una violación.


Incluso el marido que tiene llave no debería usarla o hacer valer el “débito conyugal” sin contar con ella. Ni la mujer, por supuesto, abrirse sin que la llame. Como si tal cosa fueran los dos o animales y no personas que se quieren y disponen de la misma carne y del mismo cuerpo: de la casa que llegan a ser para el amor común que los reúne y alimenta como el pan de cada día. Compañeros son ambos y ninguno esclavo. Ni amo. Atenerse a la ley donde manda el amor no es un abuso legal ciertamente, pero sigue siendo una “violación” cuando se hace el amor solo con la fuerza de la ley pensando en el deber o el débito del otro y sin contar con su voluntad.



Ahora bien, renunciar a la expresión corporal del amor humano y hacer de la abstinencia una costumbre pone en evidencia que ya no hay amor o nunca lo hubo. Y donde no se ama, si se hace el amor por necesidad habrá que pagarlo y si no se paga será un abuso. Llegados a esta situación, lo mejor es separarse. Porque si malo es el abuso de quien no paga -sea él o ella-, peor es la violación haciendo valer un derecho con todas las de la ley sin una pizca de amor. La alternativa es entonces el comercio carnal. Y para ese viaje no hacen falta alforjas. Mejor separarse.



El amor no tiene precio, es lo que más vale y gratuito. Y sin embargo es lo que más echamos en falta en un mundo de individuos egoístas. Es también el nombre mejor para invocar a Dios,que es Amor. Y su mandamiento: su encomienda, lo que más quiere y espera de nosotros es que nos amemos. Para eso nos ha creado libres, a su imagen y semejanza. Por eso dijo ya San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Es lo que yo me digo. Y lo que yo os digo, compañeros.



José Bada

1-5-2018










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