LO PEOR
DEL POPULISMO
A diferencia de lo que
pasa en la naturaleza donde todo vuelve, salvo que el hombre la
saque de quicio y la comprometa en su historia, sólo en ésta
ocurre lo imprevisto. Todos los cuerpos caen, ya sea una breva o una
piedra, y cualquiera que lo dude puede salir de dudas por sí mismo
ya sea en la plaza, en el aula o en el laboratorio. La gravedad es
una ley verdadera de andar por casa como Pedro por la suya o Pero
Grullo por el mundo donde quiera se encuentre. En la naturaleza no
hay milagros. Pero el hombre es un animal enfermo que la pone
enferma; es decir, un animal no firme, inacabado y sin fijar todavía
y en tal sentido imperfecto que compromete con su historia el orden
natural.
Por
eso, porque hay libertad y camino por hacer desde la libertad, hay
peligros y en el peligro está la salvación...o la perdición. Por
eso, porque hay libertad, hay siempre responsabilidad. Incuso cuando
no nos movemos ni elegimos ningún camino, cuando nos arrugamos o
encogemos, cuando nos quedamos en el agujero de nuestros intereses
inmediatos, cuando nos defendemos contra los otros y ladramos como
perros a los extraños y marcamos el territorio, cuando elegimos
una identidad asesina que nos mata – una perversión suicida de la
identidad frente a los otros o voladura del puente que establece
las relaciones humanas- incluso cuando el miedo nos paraliza y nos
detiene, cuando la situación nos agobia y nos recluye, cuando
perdemos la razón y la palabra, cuando nos comportamos como bestias
o como bárbaros..., cuando somos como si no fuéramos...; incluso
entonces, somos libres y responsables de lo que no hacemos porque así
lo hemos querido.
Por
eso pienso que no son los políticos lo peor de esa peste que se
propaga por el mundo y que ya huele en todas partes. Por eso creo y
por eso temo que lo peor del populismo no sea la gestión
política de los demagogos en beneficio privado, el suyo por
supuesto, sino la dejación del pueblo soberano de su
responsabilidad y ése el caldo de cultivo de aquellos bichos
elegidos por la mano invisible que todo lo maneja cuando el pueblo
soberano es como si no fuera. La crisis de la socialdemocracia o del
Estado democrático y social es un Estado sin ciudadanos
demócratas en ejercicio.
Los
hombres se entienden hablando cuando usan la palabra para entenderse,
cuando la opinión pública es la opinión publicada de los
ciudadanos y el parlamento la sede de la palabra de los
parlamentarios que les representan. Pero cundo éstos actúan
como actores en representación propia o representantes comerciales
de sus intereses en una lonja de contratación o en el mercado
donde todos gritan y los más hábiles se llevan la clientela,
entonces ha sido ya porque la razón estratégica ha desplazado a la
la razón democrática ocupando la fuerza el lugar que no le
corresponde.
Un
pueblo que se queja y no piensa, en el que el individuo reclama
solo lo que le duele, lo suyo, sin compasión compartida como el pan
y la palabra, es un montón de iguales unidos por casualidad en una
situación dada y no una comunidad histórica o comunión de vida
con memoria y esperanza. Un colectivo de individuos que no
comparten nada en común salvo aquello que los separa: el
individualismo resentido de cada quien y el egoísmo salvaje de
cada uno a lo suyo, no es un pueblo soberano en ejercicio. No va a
ninguna parte, en todo caso le llevan.
En
la situación a la que hemos llegado con la dificultad añadida por
la magnitud y urgencia de los problemas mundiales que a todos nos
atañen, advertimos sin duda a poco que se piense una
desmoralización generalizada y el secuestro de una voluntad
recluida en la piel de los intereses individuales ante un futuro
común que nos reclama y nadie escucha. ¿Qué nos queda de la
Ilustración , del liberalismo democrático, de la igualdad, de la
libertad, de la fraternidad, de los derechos humanos, de la
humanidad sin fronteras, de la Europa abierta que soñamos...?
Alejados de la historia, espantados, queda solo por ahí a la
intemperie una queja, un grito, un clamor y una violencia soterrada
como bomba o reliquia de batallas perdidas.
El
neoliberalismo rampante, no la economía académica sino de uso y
consumo, la bestia que nos devora es eso que nos sorprende en las
democracias más antiguas o más rancias. Rubio o no, ese Tram o como
se llame, es la trampa furtiva que caza para sí esa chatarra, esa
bomba, esa energía como herramienta para ser entre todos y por
encima de todos el mejor. Pero el peligro no es ese bocazas, sino
el populismo que lo alimenta y lo pone en casa. EL es NOSOTROS; es
decir, ellos, y todos los demás una caca. Ellos son los americanos
que lo alimentan, ya se sabe. Y todos los demás lo que les huele mal
y hay que mantener lejos como la basura. Pero eso es según se mire
… a los otros, que nosotros nunca somos ellos “bien mirado”.
José
Bada
11-1-2016
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