PEGADOS A LA
TIERRA
El pasado
26 de febrero estuve unas horas en Pinsoro. José Guarc Pérez
estuvo cuarenta años como un vecino y se ganó la vida trabajando
de fontanero. No obstante vivió como un cura; es decir, de verdad y
tal como entendía que debía vivir el cura de Pinsoro, que lo era,
además de serlo de Valareña y El Bayo. José predicaba en
silencio como es menester con su ejemplo y a voleo - libre y
generosamente- cuando era preciso.
Sin morderse la lengua ni abandonar la pluma, escribiendo y hablando con todos. Con los pies en tierra pasó por el mundo sin pasar en vano hasta que se fue Dios sabe donde la mañana del 24 de febrero del año 2012.
Sin morderse la lengua ni abandonar la pluma, escribiendo y hablando con todos. Con los pies en tierra pasó por el mundo sin pasar en vano hasta que se fue Dios sabe donde la mañana del 24 de febrero del año 2012.
Le vi por
última vez en diciembre de 2010, en el Foro organizado por la
Asociación de Wirberto Delso, el cura del “Caso de Fabara”, ya
saben, el grano que le salió al paso a Cantero, el arzobispo, como
un escándalo intolerable cuando solo era un cura de otra simiente.
El tema a debatir en ese foro era “la crisis de las instituciones
como reto global”. Y en ese contexto, allí y entonces, presentó
José Guarc una comunicación interesante desde su ya larga
experiencia y la más reciente que vivió en Brasil: la cosechada en
los pueblos de colonización mientras estuvo en Pinsoro compartiendo
con sus compañeros el pan y la palabra, la vianda y la esperanza,
a la par que el camino que se hace al andar...., y la que traía
consigo de los nueve meses que pasó en Río Grande do Sul con
los campesinos pertenecientes al Movimiento de los Sin Tierra,
comprometido con la situación de los indígenas desplazados por
los grandes proyectos hidroeléctricos. Su tema preferido era por
entonces la autonomía alimentaria. En todo caso y en cualquier
lugar fue un cura pegado a la tierra, quién tituló por cierto
“Pegados a la tierra” uno de sus mejores libros. Cuando se
retiró a Valdealgorfa, a la tierra que le vio nacer, se hizo con un
pedazo de tierra que no llegaría a cultivar , supongo, y con una
casa que pronto dejó vacía y que su sobrina puso a disposición
de sus amigos y compañeros en el acto que celebramos en su memoria.
Este cura
forma parte de un grupo del que quedan pocos activos - visiblemente
, quiero decir - pero sí en el recuerdo: en el corazón, que es
donde la vida se propaga y comienza de nuevo sin hacer ruido. Como
la simiente que germina en silencio, brota y resucita. Como el
grano de trigo que se siembra, no para acabar sino para comenzar de
nuevo. Que no se mata la vida eterna y lo que está bien siempre
está bien. Que morir, lo que se dice morir todos morimos, pero eso
es lo que nos pasa a todos y cada uno. Pero desvivirse es vivir a
tope o dar la vida y eso, la vida que se da porque uno quiere, esa
se salva y permanece en cierto modo. No en carne mortal, pero sí
en espíritu. Y cuando el recuerdo se comparte, el espíritu aparece
y toma cuerpo social en en este mundo donde así, solo así, se
mueve y hace historia. Todos morimos solos, pero si nos desvivimos
vivimos juntos.
En eso
pensaba el otro día al escuchar a los compañeros de José, y en
José por supuesto. En eso pensaba cuando se alzaba una piedra en su
memoria: “En recuerdo a José Guarc Pérez . Por formar parte de la
vida de nuestros pueblos. 1970-2010.”
Pensaba en
los cuarenta años que vivió en esa tierra, y en su forma de vivir
siempre pegado a la tierra donde la ciudad escampa. Y en la
despoblación, que no es solo pérdida de habitantes, sino de una
forma de vida de los que tienen allí el cuerpo y el espíritu por
ahí como urbanitas sin arraigo que no se detienen en en nada y en
nadie, sobre ruedas acaso y enredados en la red seguramente. En eso
pensaba y en su presencia en el cuerpo social, espiritualmente vivo
después de morir en cuerpo mortal.
Lo que hoy
llaman populismo es todo lo contrario de vivir pegados a la tierra,
compartiendo el pan y la palabra, la memoria y la esperanza, el
camino que se abre hacia delante. No consiste en conversar y
convivir, y menos en desvivirse por otros. Sino en vivir de las
ovejas y no como las ovejas, en aprovecharse de ellas. Los populistas
no construyen desde abajo, con el pueblo y desde el pueblo. Los curas
pegados a la tierra, lejos de vivir como pastores quisieron vivir
como ovejas y entre ellas sin dejarse llevar al matadero. Fueron
libres y responsables, quisieron ser como todos, y que todos fueran
como ellos querían ser. Y el pueblo los quiso,y quiere a los que
quedan. Ojalá cunda su ejemplo y no se muera el olivo del Bajo
Aragón -¿fue un empeltre? - que se plantó en Pinsoro para honrar
a José, ni el pino -¿fue un pinsapo?- que se llevó su sobrina
para plantarlo en Valdealgorfa y perpetuar la memoria de los
compañeros de las Cinco Villas.
José Bada
2-3-2017
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