miércoles, 8 de marzo de 2017

DESVIVIRSE ES VIVIR


PEGADOS A LA TIERRA





El pasado 26 de febrero estuve unas horas en Pinsoro. José Guarc Pérez estuvo cuarenta años como un vecino y se ganó la vida trabajando de fontanero. No obstante vivió como un cura; es decir, de verdad y tal como entendía que debía vivir el cura de Pinsoro, que lo era, además de serlo de Valareña y El Bayo. José predicaba en silencio como es menester con su ejemplo y a voleo - libre y generosamente- cuando era preciso.

 Sin morderse la lengua ni abandonar la pluma, escribiendo y hablando con todos. Con los pies en tierra pasó por el mundo sin pasar en vano hasta que se fue Dios sabe donde la mañana del 24 de febrero del año 2012.



Le vi por última vez en diciembre de 2010, en el Foro organizado por la Asociación de Wirberto Delso, el cura del “Caso de Fabara”, ya saben, el grano que le salió al paso a Cantero, el arzobispo, como un escándalo intolerable cuando solo era un cura de otra simiente. El tema a debatir en ese foro era “la crisis de las instituciones como reto global”. Y en ese contexto, allí y entonces, presentó José Guarc una comunicación interesante desde su ya larga experiencia y la más reciente que vivió en Brasil: la cosechada en los pueblos de colonización mientras estuvo en Pinsoro compartiendo con sus compañeros el pan y la palabra, la vianda y la esperanza, a la par que el camino que se hace al andar...., y la que traía consigo de los nueve meses que pasó en Río Grande do Sul con los campesinos pertenecientes al Movimiento de los Sin Tierra, comprometido con la situación de los indígenas desplazados por los grandes proyectos hidroeléctricos. Su tema preferido era por entonces la autonomía alimentaria. En todo caso y en cualquier lugar fue un cura pegado a la tierra, quién tituló por cierto “Pegados a la tierra” uno de sus mejores libros. Cuando se retiró a Valdealgorfa, a la tierra que le vio nacer, se hizo con un pedazo de tierra que no llegaría a cultivar , supongo, y con una casa que pronto dejó vacía y que su sobrina puso a disposición de sus amigos y compañeros en el acto que celebramos en su memoria.



Este cura forma parte de un grupo del que quedan pocos activos - visiblemente , quiero decir - pero sí en el recuerdo: en el corazón, que es donde la vida se propaga y comienza de nuevo sin hacer ruido. Como la simiente que germina en silencio, brota y resucita. Como el grano de trigo que se siembra, no para acabar sino para comenzar de nuevo. Que no se mata la vida eterna y lo que está bien siempre está bien. Que morir, lo que se dice morir todos morimos, pero eso es lo que nos pasa a todos y cada uno. Pero desvivirse es vivir a tope o dar la vida y eso, la vida que se da porque uno quiere, esa se salva y permanece en cierto modo. No en carne mortal, pero sí en espíritu. Y cuando el recuerdo se comparte, el espíritu aparece y toma cuerpo social en en este mundo donde así, solo así, se mueve y hace historia. Todos morimos solos, pero si nos desvivimos vivimos juntos.



En eso pensaba el otro día al escuchar a los compañeros de José, y en José por supuesto. En eso pensaba cuando se alzaba una piedra en su memoria: “En recuerdo a José Guarc Pérez . Por formar parte de la vida de nuestros pueblos. 1970-2010.”



Pensaba en los cuarenta años que vivió en esa tierra, y en su forma de vivir siempre pegado a la tierra donde la ciudad escampa. Y en la despoblación, que no es solo pérdida de habitantes, sino de una forma de vida de los que tienen allí el cuerpo y el espíritu por ahí como urbanitas sin arraigo que no se detienen en en nada y en nadie, sobre ruedas acaso y enredados en la red seguramente. En eso pensaba y en su presencia en el cuerpo social, espiritualmente vivo después de morir en cuerpo mortal.



Lo que hoy llaman populismo es todo lo contrario de vivir pegados a la tierra, compartiendo el pan y la palabra, la memoria y la esperanza, el camino que se abre hacia delante. No consiste en conversar y convivir, y menos en desvivirse por otros. Sino en vivir de las ovejas y no como las ovejas, en aprovecharse de ellas. Los populistas no construyen desde abajo, con el pueblo y desde el pueblo. Los curas pegados a la tierra, lejos de vivir como pastores quisieron vivir como ovejas y entre ellas sin dejarse llevar al matadero. Fueron libres y responsables, quisieron ser como todos, y que todos fueran como ellos querían ser. Y el pueblo los quiso,y quiere a los que quedan. Ojalá cunda su ejemplo y no se muera el olivo del Bajo Aragón -¿fue un empeltre? - que se plantó en Pinsoro para honrar a José, ni el pino -¿fue un pinsapo?- que se llevó su sobrina para plantarlo en Valdealgorfa y perpetuar la memoria de los compañeros de las Cinco Villas.



José Bada

2-3-2017

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