RECUERDOS PARA LA PAZ
Pensar puedo hacerlo solo, pero bien
pensado sólo a medias. Que pensar cabalmente es discurrir como el
agua entre dos orillas: dialogar. Tengo un libro escrito hace años
sin publicar, como agua embalsada que me ahoga en silencio. ¿Agua
amarga? ¿O quizás retenida en el recuerdo como pichón de
paloma mensajera? Pichón o paloma, no lo sé, voy a sacarlo del
nido para salir de dudas y pensarlo mejor si hay respuesta.
Soy
un viejo que fue niño cuando la guerra civil en España, uno que no
la hizo pero que la padeció como tantos otros de mi generación.
Como María que ya murió y su hermano,que también. Ambos aparecen
en la portada de mi libro. Ella tendría hoy 88 años como yo, y él
era más pequeño. Cuando yo tenía seis me senté con María en
el mismo pupitre de la escuela. Ella vestida de miliciana y yo de
negro: pantalón corto con tirantes , calcetines negros y zapatos de
charol. Yo huérfano de guerra, mataron los rojos a mi padre. Y ella
hija de un sastre concejal republicano. Con el tiempo María se
hizo catequista y murió como una beata hace poco, que en paz
descanse. Yo en cambio me hice cura hasta que me deshice y me case
con una santa que está en el cielo si lo hay para nosotros. Ahora
sigo con los pies en tierra y un bastón en la mano que compré a
los chinos. Símbolo,¡ay!, de la paciencia que es la esperanza
envejecida.
El libro se
llama Recuerdos para la paz. Editado
por la Fundación del Seminario de Investigación para la Paz
(Zaragoza) y por la Comarca del Bajo Aragón/Caspe – Baix
Aragò/Casp , está a punto de publicarse en la colección
bilingüe La Mangrana de dicha Comarca que es donde se halla mi
pueblo. Escrito hace años -como dije- le ha llegado la hora de
salir. Me refiero al niño que fui: a mis recuerdos, llevado de la
mano del viejo que soy. Su padre, y su hijo según se mire. El autor
es en efecto el viejo que lo escribe y en cierto modo el hijo de
Pepito: de él vengo y ése es mi antepasado. Pero al autor no
le duelen los recuerdos, no como a Pepito. Y sabe muy bien que no
es lo mismo el dolor de muelas que acordarse que a uno le dolieron
las muelas.
Escribo
desde la distancia. Mas no como lo haría un historiador objetivo,
imparcial: dejando hablar a los hechos por los documentos. Sino como
testigo, dejando que hable el corazón en sus recuerdos. Sin olvidar
, por otra parte, que éstos son ya una interpretación del pasado
y el que recuerda su vida en cierto modo un historiador de sí
mismo. Mientras que cualquier historiador, al interpretar los
documentos de la historia que cuenta lo hace desde la vida que lleva.
De suerte que hagamos lo que hagamos, hora recordemos como testigos
o describamos los hechos como historiadores, nos movemos entre dos
polos: la verdad vivida que interpretamos en los recuerdos y la
verdad histórica a la que nos aproximamos desde la vida al
interpretar los documentos.
De
todas formas -y eso es lo que importa- el pasado que fue está al
servicio del presente y del futuro que puede ser todavía. La
historia y el recuerdo no tienen otro sentido que aprender de los
errores y aciertos del pasado, de la experiencia en suma que es todo
lo que sacamos hacia delante del camino que se cierra por detrás. Lo
que no es poco. Y un error tremendo dejar que los muertos entierren
a los muertos. O actuar como dice el refrán: el muerto al hoyo y
el vivo al bollo.
No
obstante confieso que publico este libro con perplejidad. Sin saber
aún con certeza si hago bien o mal. Porque hay un silencio bueno y
otro malo. Comprendo al que calla por respeto a las víctimas , y no
entiendo al que calla porque las olvida. Me explico incluso que
nadie responda ya sobre lo que pasó hace tanto tiempo: todos los
muertos callan, sean víctimas o verdugos. Pero aunque no haya
testigos o queden pocos , ni culpables en vida a los que interrogar
, nunca entenderé que nadie haga preguntas. Soy un niño de la
guerra y por eso escribo: para hacer preguntas y no sólo para contar
lo que nunca olvidaré.
Estoy
convencido que las personas nos entendemos hablando....si queremos.
Y si las personas no quieren entenderse porque no se quieren,
entonces no se hablan. Pero si queremos entendernos y nos
hablamos, entenderemos al menos que hay cosas que no acabamos de
entender. La paz no supone el olvido de ninguna guerra, ni
desentenderse de aquella o entender lo que pasó en España durante
la guerra civil. Basta con entender y entendernos en el acuerdo de
que no debe volver a pasar : ¡Nunca más!
José
Bada 12-12-2018
http://clementealonsocrespo.blogspot.com/2019/01/un-nino-de-la-guerra-jose-ramon-bada.html
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