LA
LIBERTAD NO SE VENDE
Pero se paga. Me
refiero a la libertad de pensamiento. ¡Y de expresión! Que
pensar puede uno lo que quiera hablando consigo, pero eso es de
locos y hablar a medias si bien se piensa. Que la palabra cabal ,
inseparable del pensamiento responsable, es el diálogo entre dos, y
lo otro la mitad de la mitad como alma sin cuerpo; esto es, una
entelequia por no decir una paja mental.
Pensar y hablar
libremente sin morderse la lengua durante toda su vida es lo que
hizo Sócrates hasta que pagó con ella. De él sabemos que no dejó
nada escrito y que son muchos los que escribieron sobre él después
de muerto. Como sucedió siglos más tarde con Jesús llamado el
Cristo, que tampoco escribió nada y de quien aún se escribió más
y predicado incluso hasta hoy en todo el mundo. Ambos pagaron con
su vida la libertad que se tomaron o, mejor, a la que nunca
renunciaron como testigos de la verdad que Dios o la conciencia les
dio a entender. Sócrates murió condenado a beber la cicuta por
“impío” a juzgar por los sofistas que le acusaron de corromper
a la juventud, y Jesús crucificado en el Calvario después de
haber sido acusado por sacerdotes y fariseos por “blasfemar”
e ir contra el templo. Los clérigos ortodoxos de todas las
épocas - sean sofistas o académicos, curas o intelectuales
integrados- nunca han tolerado a los disidentes que son “expertos
no deseados “ ( como dicen los sociólogos P.Berger y T. Luckmann)
en la construcción del mundo como realidad social.
Pensar diferente
no es garantía de pensar la verdad y de servirla. Pero pensar
libremente y sin ánimo de lucro es, al menos, un motivo para creer
que quien no vive de lo que enseña y predica con su ejemplo merece
una atención y un respeto. No porque tenga la verdad sino porque la
busca sinceramente, y al buscarla la anticipa como testigo: no como
señor que la expende, sino como servidor que la la escucha y
obedece. De Sócrates sabemos que no cobraba, a diferencia de los
sofistas que sí lo hacían por las clases a los jóvenes que
querían hacer carrera política en la democracia ateniense. Y de
Jesús recordamos lo que dijo al enviar a predicar a sus
discípulos:”Dad gratis lo que habéis recibido gratis”
(Mt.10,8)
En tal sentido
la libertad de expresión es un valor que no se vende y que paga
siempre quien lo tiene. Ese oficio, profesión o servicio - con el
valor añadido de la libre expresión que es un derecho, y el deber
y el peligro que eso comporta- no es una ocupación que dé
siempre para vivir y nunca si la ejerce un voluntario. Pero el
hombre no vive sólo de pan.
Claro que hay
otras recompensas inmateriales como el reconocimiento, y no hay
que despreciar el halago que tanto aprecian los vanidosos. Pero en
una sociedad de consumo donde se confunde valor y precio, si quieres
que te reconozcan has de hacerte valer y si no te vendes - o te
venden - no vales nada. Que don sin din es campana sin badajo y
vanidad de vanidades, y a lo más pedos de monja. Vamos, una caca
que no vale nada si el patrón es el oro. Como la dignidad , que
tampoco se cotiza. Lo que no empece para que se le reconozcan a
uno los servicios prestados después de muerto, siempre que se
vendan bien como reliquia.
Un experto no
deseado no pertenece al sistema. En un mundo en el que se ha
perdido la fe o vale cualquier fe con tal de no pensar, en un mundo
desmoralizado que come y calla -¡el que puede!- y todos gritan
cuando tienen hambre como cerdos en una granja, el malestar no se
comparte y se produce mucho ruido y ninguna compasión. El
individualismo insolidario de sálvese quien pueda no es la unión
que hace la fuerza. Ni lo que temen los ganaderos es el tumulto,
sino que el ganado se transforme en pueblo soberano y tome la
palabra. No es la caña ni el pienso, es la caña que piensa. Y lo
que dan al ganado cuando todos gritan es el pienso que engorda. Esa
es su inversión “racional”. Pero “el pensamiento es el
principio de la moral” , como dijo Pascal. Lo que sustenta a la
caña y la pone de pie y hasta en camino. Sin que el viento nos
lleve y nos doblegue. Un pueblo que solo gruñe por la comida y el
que come se olvida del hambriento, no va a ninguna parte. Se hunde en
la miseria.
Celebramos hoy el
Día Mundial de la Libertad de Prensa. Quiero entender que se hace
no tanto en defensa del libre mercado de las empresas del sector
cuanto de la libertad de expresión de los periodistas. Y antes que
nada en defensa del derecho de los lectores y ciudadanos a ser
informados de todo lo que les concierne. Me temo que no todos los
periódicos estarán de acuerdo, y celebro compartir con éste lo
que aquí digo.
José Bada
28-4-2017
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