¡EN
NOMBRE DE DIOS!
Escribo
este artículo con temor y temblor bajo la impresión de las
noticias que nos llegan de Mánchester.. Del grito de la sangre
derramada por las víctimas inocentes que clama al cielo y nos
aterra, del ruido de un atentado que nos estremece y nos deja sin
palabras, del silencio de la violencia bruta que no las tiene ni
necesita para matar callando ¡en nombre de Dios! y de ese Dios que
es como si no fuera o nos hubiera abandonado en este mundo.
Escribo
por no callar ante ese horrible atentado - ¡qué menos! - y para
responder a la pregunta que me hizo uno de mis lectores : “¿Cual
es la estructura cognitiva de un hombre que mata incluso en nombre
de un Dios misericordioso ? ” Desde mi confusión , aturdido
quizás -perdona tú que me pides “por favor” una respuesta-
escribo también y sobre todo para decir lo que pienso y no dejar
de pensar lo que tampoco comprendo. La historia es una experiencia
abierta en curso de realización, en la que hay milagros de
salvación como la fe -que es una gracia- y portentos de iniquidad
que son por desgracia todo lo contrario.
No
soy experto en psicología ni titulado en esa materia, tampoco en
pedagogía. Por tanto no me considero competente para describir “la
estructura cognitiva” de nadie magistralmente. No es mi papel, ni
una cátedra éste periódico en el que publico con libertad y
responsabilidad lo que pienso. Es lo que creo. Y lo que pretendo,
darme solo a entender y entenderme con todos los que no se
desentienden de este mundo. Estoy dispuesto y expuesto a la
crítica, a compartir mi opinión como se comparte el pan y la
palabra: la vianda, entre compañeros de viaje. Se dijo a los
antiguos que “las palabras vuelan y los escritos permanecen”;
pero yo digo -eso es lo que pienso a mi edad- que la letra mata y de
la letra es mejor olvidarse cuando no se piensa. O cuando uno se
enrolla – porque eso es pasarse y dejar de pensar por exceso,
como pensaba Pascal-, mientras que pensar de verdad -ni mucho ni
poco- siempre es dialogar. Es por eso que no me gustan las
estructuras ni los sistemas cerrados y, más que las respuestas
consagradas o acreditadas, prefiero las preguntas abiertas.
No
obstante reconozco la importancia de la tradición, las reservas
que llevamos a la espalda, lo que damos por sabido, la tara incluso
de los prejuicios y el peso del pasado que hay que ponderar. Pero más
que todos los contenidos heredados o adquiridos, que habrá que
interpretar en el contexto de la situación dada si no queremos
matar y consumir la tradición viva que nos lleva, me preocupa
la forma del continente: la cesta. Y hablando sin metáforas, más
que las ideas o creencias, la mentalidad de quienes las tienen o
profesan. En mi vida he conocido a más de uno que ha cambiado de
convicciones o creencias y a otros que han pasado de la izquierda
radical a la derecha más ultra o a la inversa, y han conservado no
obstante la misma mentalidad. Hicieron igual que una mujer que
conserva su cesta de la compra , ya la llene con cebollas de Fuentes
o naranjas de la China. Fanáticos o fans, ultras de acá y de
allá, hinchas, adictos, consumidores fidelizados de una marca....,
haylos en todas partes como las meigas en Galicia aunque no lo
creamos. Las camisetas del Mánchester son de la misma textura y
forma que las del Real Madrid y la mentalidad de los hinchas lo
mismo, como pasa entre partidos políticos o sectas religiosas. Y
hasta es posible que uno sea lego o laico y a la vez tan laicista
consagrado como los clérigos de la vieja Iglesia. La diferencia no
está en la mentalidad, que permanece, sino en los contenidos o
creencias que cambian.
El
fanatismo es una forma de creer para no pensar, es fe en la fe y por
tanto en cualquier fe.
Es
una fe ciega, cerrada y cerril. No es fe en Dios y menos, si cabe
,en un Dios clemente y misericordioso. Es creer acaso en la idea que
se hace uno de Dios,en su Dios. Y en absoluto confiar en el que es
enteramente Otro o ponerse en sus manos. Es como tener a Dios en
propiedad, sin duda alguna. Y hasta echarle una mano cuando no lo
necesita. En vez de obedecer y creer en Él, o “creure” como
decimos en catalán. Que es , por cierto, lo que significa
“islam” si no me equivoco.
Actuar en nombre de Alá para matar a los inocentes me parece una
blasfemia, un desvarío, una corrupción de lo mejor, una obsesión
perversa, fanatismo de la religión cuando se vuelve loca, cuando
se hunde y se pierde la fe en el fondo, muere y se pudre sin
esperanza, sin desvivirse por otros viviendo a tope con esperanza.
Morir matando a los inocentes en nombre de Dios es, en la práctica,
un portento de iniquidad que no comprendo. ¿Es impaciencia? En
todo caso, no es fe en Dios clemente y misericordioso.
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