sábado, 24 de diciembre de 2016

POSVERDAD


EL CAMINO Y LA VERDAD






El diccionario de Oxford ha declarado palabra del año a la inglesa post-truth, cuya definición se refiere a “las circunstancias en las cuales los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Y que ha sido traducida al castellano como posverdad o posfactual.




Este “evento” - valga la licencia, que no la invocación de un santo que tampoco es de mi devoción - en el que se reconoce el éxito de un vocablo al introducirlo en el panteón de las grandes palabras, más que a un enriquecimiento de la lengua nos remite a un hecho social que empobrece a la humanidad que nos hace humanos y entierra al humanismo en el depósito de una tradición -o mejor, traición perversa- que nada tiene de santa. Reducida la razón al conocimiento científico en la Modernidad y descartada la metafísica como ciencia, licenciada la filosofía especulativa o fuera de servicio los filósofos, aliviados los humanos no ya de la fe religiosa sino incluso de los postulados de la razón práctica que pedía Kant y más tarde de la fe filosófica que profesara todavía Karl Jaspers entre otros y, por tanto, de una ética mínima para todos, en un mundo cada vez más desmoralizado, sin valor ni valores con fundamento “racional”, se ha dejado para la Posmodernidad -por decir algo- o “posmodernez” - como decía Aranguren si no recuerdo mal- la razón instrumental para dominar la naturaleza y andar como Pedro por su casa.



Si antes los hombres se entendían hablando - eso es lo que se dijo- y se pensó que la fuerza era la última razón, en este mundo donde todos gritan y compiten ha pasado a ser la primera y la única. La palabra para entenderse en realidad de verdad, la palabra cabal que es el diálogo, ha sido sustituida no solo en política, aunque también, por la polémica o el uso estratégico del lenguaje para vencer y llevarse el gato al agua ya se trate del electorado en las urnas o de la clientela en el mercado; es decir, para que la gente trague y consuma lo que le echen: productos ecológicos o ropas de marca, títulos académicos o conocimientos acreditados, eventos de no te los pierdas o una gran experiencia  de no te menees.

La posverdad, lo que viene después o nos queda de la verdad, es hoy la apariencia de la verdad. ¿Un homenaje de un pobre diablo a la verdad o, quizás, incluso al mismo Dios? Un residuo o reliquia, basura después de todo, como la camisa que deja atrás la serpiente. La mentira perfecta o consumada, el no va más, la verdadera mentira de quien sabe mentir como nadie, del experto que miente hasta el punto de no retorno. ¿Que se coge más pronto a un mentiroso que a un cojo? Eso era antes, pero con la ciencia se ha progresado también en esto lo que se dice una barbaridad.


Reducido el conocimiento a un saber hacer y el habla a una herramienta, importa hacer con palabras lo que uno quiere sin pillarse los dedos. La seguridad y el corto plazo para manejarse en este mundo, para andar por casa sin pensar en el camino, sin salir al encuentro de los otros y con los otros, que cada día tiene su afán y bastante tiene uno con el suyo para preocuparse de los demás. Esa es la verdad, tu verdad, la posverdad, la que funciona y mientras funcione. Pero ya dijo Machado: “Tu verdad no, la Verdad / Y ven conmigo a buscarla / La tuya, guárdatela”. O como dijo aquel: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”; es decir, sin separar lo uno de lo otro: la verdad del camino que es el sentido, y la vida que hace la verdad haciendo su camino. Solo el camino es nuestro, la Verdad propiamente la que buscamos y el sentido tu verdad en cada paso, compañero.


La posverdad es un asunto y una tema de políticos, periodistas, charlatanes y mercaderes. Y el problema de todos es el camino, la verdad y la vida que hacemos. Un problema que se resuelve,eso espero, si nos abrimos y nos largamos. Que la vida es una experiencia abierta, en curso de verificación, un camino que sigue. No un experimento de laboratorio que se repite y cualquiera puede hacer en principio al menos si le subvencionan. Hacer libremente lo que uno cree que debería hacer es algo muy personal. La igualdad de oportunidades para hacer todos lo mismo si lo desean no se da en este mundo, que es injusto. La responsabilidad, en cambio, es diferente, pero tampoco abunda. Y esto no es bueno para nadie.



José Bada

5.12-2016

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