jueves, 13 de octubre de 2016

PARA LA LIBERTAD RESPONSABLE


LA BUENA EDUCACIÓN

Un joven apuñala a un educador en un centro de menores” Bajo ese título se informaba recientemente en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN de un suceso tremendo - no tan infrecuente por desgracia como podría parecer- y escandaloso en extremo no tanto por su interés como noticia cuanto como síntoma de un problema que debería preocuparnos a todos: la educación deficiente que se imparte no solo en la escuela, que también, sino en muchas familias y en una sociedad donde se fomenta el consumo de todo lo que se ofrece en el mercado de este mundo.


O del mundo como mercado - que así se entiende en general- donde el clima dominante corrompe la voluntad humana al reducirla al capricho de las cabras o instinto animal de mera supervivencia o disfrute inmediato, extendiendo y repitiendo - en el espacio y el tiempo, por la palabra y la imagen - el eslogan de “no te lo pierdas” o “comprate eso que tu lo mereces”.

El pataleo de los niños en un supermercado: “¡Mamá, cómprame algo!”, y la satisfacción cuando lo tienen hasta nuevo aviso o reclamo de otra cosa, cuando cede mamá, es el comienzo de una mala educación que puede traer consigo de esos lodos aquel barro. Lo que procede ante sucesos tan lamentables como la agresión de un alumno a su maestro, no es tanto limitar la información para evitar que se imite en otros centros, sino meditar, reflexionar y actuar cuanto antes sobre la mala educación que se da a los hijos, a los alumnos y a los futuros ciudadanos de este país. Ya vale.

Educar no es iniciar para el consumo, que eso es domesticar con la zanahoria en el mejor de los casos. Ni reprimir la libertad con el palo, que también. Ni meramente enseñar o preparar a los jóvenes para que sean buenos empleados; que eso es adiestrar a los aprendices sin preguntarse para quienes serán si lo son hombres y mujeres de provecho, que esa es otra: ¿Por qué no pensamos más en el paro de los jóvenes, de “la generación mejor preparada de la historia” como se dice, y en la gran frustración que dicho paro comporta? Ni hablar de valores, que tampoco eso es propiamente educar. Que no, que no es una asignatura lo que se echa en falta. Sino una orientación educativa de todo el sistema educativo. Que se puede enseñar religión educando para la ciudadanía, para la paz, para el diálogo y la convivencia y hasta si me apuran enseñando matemáticas. Si es que educar, si bien lo entiendo, no es propiamente enseñar nada y menos que nada los dientes, sino educar desde la libertad y la responsabilidad -no es posible la una sin la otra- e inseparablemente para ambas. Y esto solo es posible desde una autoridad reconocida libremente,que se hace valer con el ejemplo, y nunca se puede acreditar con títulos académicos ni ganarse en unas oposiciones.

Una enseñanza técnica preferentemente o científica, que relega la filosofía y las humanidades – por no hablar de la enseñanza crítica de la religión que está en el mundo por lo menos tanto como el fútbol o el dinero, aunque no de la catequesis que no debiera estar en la escuela - no contribuye en absoluto a la buena educación. Ahora bien, ese no es el problema: que no es la materia asignada sino el método pedagógico. Cuando todo lo que hay que enseñar es lo que va para exámenes y los alumnos aprueban solo y siempre que respondan con las respuestas prescritas a las posibles preguntas, cuando solo se puede preguntar en clase aquello que está en el programa, aunque se quite la religión como asignatura quedará el método catequético. Y se convertirá la enseñanza, que es distinta, a todo lo contrario a la buena educación desde la libertad y la responsabilidad. Porque es así como se elimina o descuida la libertad de pensamiento que necesita tiempo y distancia y se la toma; mientras que la urgencia del estímulo, la publicidad, el prestigio de la marca, el pedir de boca, el consumo inmediato y la satisfacción del momento, lo reducen al silencio. Y la voluntad racional y responsable, que considera y respeta a los otros, cede ante el capricho caiga quien caiga. Sea este el profe,el padre, el pastor o cualquier otro que se ponga en el camino. Y el vivo al bollo; es decir, el cabrito.

La buena educación está pidiendo a gritos menos doctrina y más disciplina. Más libertad para pensar y preguntar, que la verdad no se impone: convence o se busca, pero no se traga. Y un respeto, por favor, a los otros: a cuantos no imponen sus convicciones a nadie y dan testimonio de las suyas honestamente. Y todo eso dentro de un orden, que haga posible el diálogo y la convivencia, la libertad y la responsabilidad.









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