EL PERRO DEL
HORTELANO
La Asociación de
Amigos del Real Monasterio de Rueda hace lo que puede por mantener
vivo en el recuerdo el estado lamentable de un patrimonio cultural
olvidado y dejado,como quien dice, de la mano de Dios o de la
Iglesia una vez entregado en propiedad al Estado - y, en concreto,
al Gobierno de Aragón- que no sabe qué hacer con él en este
mundo. No es la primera vez que dicha Asociación me pide un
artículo al respecto para publicarlo en su revista. Comparto su
preocupación y su queja, no menos que su denuncia y desconcierto.
Los bienes de la
Cristiandad o de la Iglesia, del pueblo cristiano si así se quiere,
pasaron a ser con la secularización del pueblo a secas cuya es
la soberanía nacional según se dice. Los laicistas - que no laicos
o legos propiamente dichos- o clérigos de la nueva observancia en
un mundo poscristiano consideran dicho patrimonio como un residuo
del pasado a reciclar en el mejor de los casos y en absoluto como una
reliquia a conservar. Lo tratan más como patrimonio material
tangible - bien meramente económico o recurso turístico - que como
bien declarado de interés cultural propiamente dicho o patrimonio
espiritual de la humanidad. Los laicistas rompen así con los
clérigos de la antigua observancia que han pasado con su mundo a
mejor vida y son en ésta, si es que quedan, como si no fueran.
No seré yo quien haga
de portavoz o predique en su nombre, pues no tengo licencia de la
Iglesia; aunque nada impide que repique al menos para que suene hoy
lo que viene de antaño y lo oigan quienes tienen todavía oídos
para oír. Me refiero no solo al canto gregoriano, que también; ni
a las campanas de Rueda que no son las mismas que las famosas de
Escatrón - que tienen otro dueño según se canta-, sino a todo lo
que ha quedado silenciado del monasterio que fue: a una forma de
vida en común contemplativa y activa, abierta al campo y al
misterio que nos envuelve, sin pillarse los dedos con el mazo dando y
la mano tendida a los pobres, a los huéspedes, a los peregrinos...
a todos. No solo para rezar o cantarle a Dios que era para los
monjes el enteramente Otro y no digamos ya para nosotros hoy
cuando viene a ser como un muerto y una palabra vacía para mucha
gente. Como digo, no seré yo quien predique; pero sí quien
recuerde a los monjes que lo hicieron también con el ejemplo, que
buena falta nos hace.
Tampoco me pete levantar
la voz reivindicando un patrimonio para un pueblo banal de
turistas y figurantes que huye de la historia y la consume sin
hacerla incluso en un marco incomparable - ¿es eso lo que pretende?
- que no pinta nada sin el contenido original que se ha perdido
sin remedio hasta que otro lo sustituya al menos sin que no lo
desdiga en el recuerdo. ¿Es eso lo que queremos?
Me pregunto - eso sí
que lo hago y me gustaría que todos los amigos de Rueda lo
hicieran- qué podemos hacer hoy con el pasado ante el futuro y
para un futuro que queda por hacer. Hay quien dice en general
que hay que mirar hacia delante y que solo eso es lo que importa.
Que eso lo diga un político irresponsable me lo explico. Que lo
diga quien va a lo suyo venga de donde venga sin hacerse cargo de
los hechos que va dejando atrás o que sea ese precisamente quien
mira solo hacia delante y quiera que todos hagan lo mismo que él,
me lo explico. Pero no lo comparto, no puedo aprobarlo y no lo
admito. Estoy convencido de que solo los hechos pueden juzgarse,
mientras que las promesas son para cumplirlas y muy poco creíbles
cuando las hacen personas que no responden de lo que hicieron o
dejaron sin hacer lo que antes habían prometido.
Volviendo de nuevo al
caso que nos duele, he de decir que lamento el silencio y la
dejación de la Administración política responsable de la buena
gestión y salvaguarda del Monasterio de Rueda como bien de interés
cultural, la incompetencia manifestada por la empresa pública que la
representa: la “Sociedad de Promoción y Gestión del Turismo
Aragonés” y - ¡cómo no! - el abandono inexplicable de la
Hospedería por la empresa subcontratada por la anterior. Esto
último, el abandono, es ya la gota que colma el vaso y la paciencia.
¡Ya basta! Es como el perro del hortelano que ni come fruta ni la
deja comer. Pero quisiera creer que el que manda no es el perro que
ladra sino el amo que manda, es decir, el que sirve al pueblo
soberano. “Administrar”, que es lo que debería hacer un
ministro, significa literalmente “servir”´ Pues eso, quisiera
creer que nuestra Administración sirve para algo.
Pero este caso no es
una anécdota, y podría convertirse en categoría o mala costumbre
de lo que nunca deberían consentir los ciudadanos. Porque esto,
amigos, corrompe las oraciones, desespera a los que todavía
esperan y agota la paciencia donde la haya.
Si no procede ni se
quiere, si no es posible ya llenar la jaula con los pájaros o
palomas de antaño, quizás se pueda, digo yo, y se deba hacer algo
en consonancia con una tradición respetable que tenemos olvidada.
Si no se quiere o no se puede hablar a solas con Dios y cantarle a
coro, si ese Dios es el Otro y hasta puede que un extraño para la
mayoría de la gente, todavía es posible, justo y necesario hablar
con los otros que son para todos nosotros una parte de la humanidad
que camina hasta llegar a la casa común. Y puede que para algunos
creyentes un atajo inexcusable para encontrar a Dios y una prenda o
anticipo de lo que esperan después de todo.
Me pregunto y pregunto
a quien corresponda si no es posible hacer del monasterio un espacio
de convivencia, de reflexión, de aprendizaje, de descanso y de ocio
bien entendido – que no solo del negocio se malvive y hay otras
maneras de perder el tiempo- para los jóvenes en paro o de
vacaciones, para los ancianos solos y con muchas ganas de hablar,
para los universitarios europeos o de otras culturas, para los
infantes en otras lenguas....o en las nuestras. Estoy pensando en la
inmersión lingüística y , sobre todo, en el diálogo y la
convivencia humana y sin prejuicios. No hablo de “eventos”, por
supuesto, que eso es otra historia por decir algo . Hablo del
diálogo, de la tolerancia, de la libertad y de la responsabilidad,
del buen rollo para que me entiendan. O de “abrirse” , como dicen
los jóvenes cuando se largan de un mal rollo.
Este mundo es el fin de
las historias particulares o nacionales, y puede ser el final de la
humanidad si cada cual se hunde en el egoísmo salvaje y se mete en
el agujero de sus intereses: en la bola donde se enrolla sobre sí
mismo como un ovillo y se pudre para no salir. Llegados a la plaza
del mercado sin fronteras, ese es el riesgo: competir cada uno para
ganar y consumir, tener cada vez más hasta caer enfermos por el
propio peso. Con su pan se lo coman es la maldición que merecen
esos desgraciados que engordan sin conocimiento. Pero la plaza a la
que hemos llegado - la del mercado sin fronteras- transformada no sin
esfuerzo en espacio abierto a todos los humanos o ciudadanos del mundo,
puede ser también la ocasión única y última para desplazarse y
emprender juntos la historia de la humanidad sin excluir a nadie.
¿Nos abrimos?
No se trata de renunciar
nadie a su pasado, a su cultura, a su lengua, a su religión, a sus
convicciones y a sus legítimos intereses. Se trata de no imponer
nada y de salvar las diferencias paso a paso, compañeros. De
caminar juntos con un pie en tierra y otro en el aire: ¿Vd. gusta,
compañero? Gracias, de mi parte, a todos los amigos de Rueda por
la invitación.
13-6-2017
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