lunes, 10 de julio de 2017

Para los Amigos de Rueda






EL PERRO DEL HORTELANO


La Asociación de Amigos del Real Monasterio de Rueda hace lo que puede por mantener vivo en el recuerdo el estado lamentable de un patrimonio cultural olvidado y dejado,como quien dice, de la mano de Dios o de la Iglesia una vez entregado en propiedad al Estado - y, en concreto, al Gobierno de Aragón- que no sabe qué hacer con él en este mundo. No es la primera vez que dicha Asociación me pide un artículo al respecto para publicarlo en su revista. Comparto su preocupación y su queja, no menos que su denuncia y desconcierto.




Los bienes de la Cristiandad o de la Iglesia, del pueblo cristiano si así se quiere, pasaron a ser con la secularización del pueblo a secas cuya es la soberanía nacional según se dice. Los laicistas - que no laicos o legos propiamente dichos- o clérigos de la nueva observancia en un mundo poscristiano consideran dicho patrimonio como un residuo del pasado a reciclar en el mejor de los casos y en absoluto como una reliquia a conservar. Lo tratan más como patrimonio material tangible - bien meramente económico o recurso turístico - que como bien declarado de interés cultural propiamente dicho o patrimonio espiritual de la humanidad. Los laicistas rompen así con los clérigos de la antigua observancia que han pasado con su mundo a mejor vida y son en ésta, si es que quedan, como si no fueran.



No seré yo quien haga de portavoz o predique en su nombre, pues no tengo licencia de la Iglesia; aunque nada impide que repique al menos para que suene hoy lo que viene de antaño y lo oigan quienes tienen todavía oídos para oír. Me refiero no solo al canto gregoriano, que también; ni a las campanas de Rueda que no son las mismas que las famosas de Escatrón - que tienen otro dueño según se canta-, sino a todo lo que ha quedado silenciado del monasterio que fue: a una forma de vida en común contemplativa y activa, abierta al campo y al misterio que nos envuelve, sin pillarse los dedos con el mazo dando y la mano tendida a los pobres, a los huéspedes, a los peregrinos... a todos. No solo para rezar o cantarle a Dios que era para los monjes el enteramente Otro y no digamos ya para nosotros hoy cuando viene a ser como un muerto y una palabra vacía para mucha gente. Como digo, no seré yo quien predique; pero sí quien recuerde a los monjes que lo hicieron también con el ejemplo, que buena falta nos hace.



Tampoco me pete levantar la voz reivindicando un patrimonio para un pueblo banal de turistas y figurantes que huye de la historia y la consume sin hacerla incluso en un marco incomparable - ¿es eso lo que pretende? - que no pinta nada sin el contenido original que se ha perdido sin remedio hasta que otro lo sustituya al menos sin que no lo desdiga en el recuerdo. ¿Es eso lo que queremos?



Me pregunto - eso sí que lo hago y me gustaría que todos los amigos de Rueda lo hicieran- qué podemos hacer hoy con el pasado ante el futuro y para un futuro que queda por hacer. Hay quien dice en general que hay que mirar hacia delante y que solo eso es lo que importa. Que eso lo diga un político irresponsable me lo explico. Que lo diga quien va a lo suyo venga de donde venga sin hacerse cargo de los hechos que va dejando atrás o que sea ese precisamente quien mira solo hacia delante y quiera que todos hagan lo mismo que él, me lo explico. Pero no lo comparto, no puedo aprobarlo y no lo admito. Estoy convencido de que solo los hechos pueden juzgarse, mientras que las promesas son para cumplirlas y muy poco creíbles cuando las hacen personas que no responden de lo que hicieron o dejaron sin hacer lo que antes habían prometido.



Volviendo de nuevo al caso que nos duele, he de decir que lamento el silencio y la dejación de la Administración política responsable de la buena gestión y salvaguarda del Monasterio de Rueda como bien de interés cultural, la incompetencia manifestada por la empresa pública que la representa: la “Sociedad de Promoción y Gestión del Turismo Aragonés” y - ¡cómo no! - el abandono inexplicable de la Hospedería por la empresa subcontratada por la anterior. Esto último, el abandono, es ya la gota que colma el vaso y la paciencia. ¡Ya basta! Es como el perro del hortelano que ni come fruta ni la deja comer. Pero quisiera creer que el que manda no es el perro que ladra sino el amo que manda, es decir, el que sirve al pueblo soberano. “Administrar”, que es lo que debería hacer un ministro, significa literalmente “servir”´ Pues eso, quisiera creer que nuestra Administración sirve para algo.




Pero este caso no es una anécdota, y podría convertirse en categoría o mala costumbre de lo que nunca deberían consentir los ciudadanos. Porque esto, amigos, corrompe las oraciones, desespera a los que todavía esperan y agota la paciencia donde la haya.



Si no procede ni se quiere, si no es posible ya llenar la jaula con los pájaros o palomas de antaño, quizás se pueda, digo yo, y se deba hacer algo en consonancia con una tradición respetable que tenemos olvidada. Si no se quiere o no se puede hablar a solas con Dios y cantarle a coro, si ese Dios es el Otro y hasta puede que un extraño para la mayoría de la gente, todavía es posible, justo y necesario hablar con los otros que son para todos nosotros una parte de la humanidad que camina hasta llegar a la casa común. Y puede que para algunos creyentes un atajo inexcusable para encontrar a Dios y una prenda o anticipo de lo que esperan después de todo.





Me pregunto y pregunto a quien corresponda si no es posible hacer del monasterio un espacio de convivencia, de reflexión, de aprendizaje, de descanso y de ocio bien entendido – que no solo del negocio se malvive y hay otras maneras de perder el tiempo- para los jóvenes en paro o de vacaciones, para los ancianos solos y con muchas ganas de hablar, para los universitarios europeos o de otras culturas, para los infantes en otras lenguas....o en las nuestras. Estoy pensando en la inmersión lingüística y , sobre todo, en el diálogo y la convivencia humana y sin prejuicios. No hablo de “eventos”, por supuesto, que eso es otra historia por decir algo . Hablo del diálogo, de la tolerancia, de la libertad y de la responsabilidad, del buen rollo para que me entiendan. O de “abrirse” , como dicen los jóvenes cuando se largan de un mal rollo.





Este mundo es el fin de las historias particulares o nacionales, y puede ser el final de la humanidad si cada cual se hunde en el egoísmo salvaje y se mete en el agujero de sus intereses: en la bola donde se enrolla sobre sí mismo como un ovillo y se pudre para no salir. Llegados a la plaza del mercado sin fronteras, ese es el riesgo: competir cada uno para ganar y consumir, tener cada vez más hasta caer enfermos por el propio peso. Con su pan se lo coman es la maldición que merecen esos desgraciados que engordan sin conocimiento. Pero la plaza a la que hemos llegado - la del mercado sin fronteras- transformada no sin esfuerzo en espacio abierto a todos los humanos o ciudadanos del mundo, puede ser también la ocasión única y última para desplazarse y emprender juntos la historia de la humanidad sin excluir a nadie. ¿Nos abrimos?



No se trata de renunciar nadie a su pasado, a su cultura, a su lengua, a su religión, a sus convicciones y a sus legítimos intereses. Se trata de no imponer nada y de salvar las diferencias paso a paso, compañeros. De caminar juntos con un pie en tierra y otro en el aire: ¿Vd. gusta, compañero? Gracias, de mi parte, a todos los amigos de Rueda por la invitación.





13-6-2017


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